Aclamados como la próxima gran revolución culinaria, los insectos comestibles proporcionan muchos de los nutrientes que pueden faltar en una dieta vegana. Son altos en proteínas, bajos en calorías y ricos en vitaminas, pero ¿hay alguna razón para escogerlos en lugar de la carne o las proteínas vegetales?

Un nuevo estudio sugiere que las crujientes conchas de los insectos pueden desencadenar una respuesta inmune innata que mejora el metabolismo de los mamíferos, incluidos los humanos. Así que si bien es un complemento nutricional que muchos de nosotros preferimos evitar en nuestras comidas, por su apariencia y textura, una dieta rica en insectos proporciona muchos beneficios nutricionales.

Por qué es bueno comer insectos

Cuando los investigadores de la Universidad de Washington alimentaron a ratones con los restos de varios insectos, los estómagos de los animales se “aflojaron” en el mejor de los sentidos. Esto debido a que esa reacción provocó la producción de una enzima intestinal única llamada AMCase, así como para la activación de las células que regulan los tejidos grasos.

Ahora bien, el secreto de estos beneficios no está en la carne del insecto sino en un polisacárido abundante presente en los exoesqueletos de insectos, caparazones de crustáceos y hongos: la quitina.

Hombre comiendo un snack / Vía Pexels

Los mamíferos no suelen producir enzimas lo suficientemente fuertes como para descomponer los polisacáridos (carbohidratos complejos) que comemos, pero la quitina parece ser una excepción. La enzima AMCase se activa cuando detecta la digestión de la quitina, haciendo que las células linfoides innatas tipo 2 (ILC2) del estómago cambien su producción enzimática mediante un proceso que llamamos adaptación. 

Recientemente se descubrió que estas células participan en la regulación de los tejidos grasos, pues los ratones sin la capacidad de digerir la quitina mostraron resistencia al aumento de peso. Por lo tanto, consumir esta sustancia de los insectos puede brindar dos grandes beneficios: 

  • Por un lado, el control de los polisacáridos en el estómago.
  • Y por otro lado, un microbioma más saludable en el tracto gastrointestinal inferior. 

Los ratones que fueron alimentados con quitina junto con una dieta alta en grasas mostraron lecturas metabólicas más óptimas en comparación con los ratones que fueron alimentados únicamente con grasas. Así que, aunque la carne y los insectos sean proteínas, cada una parece aportar beneficios diferentes al cuerpo humano.

¿Deberíamos darle una oportunidad a los insectos comestibles?

Gusanos de la harina comestibles / Vía Pexels

Antes de la desaparición de los dinosaurios, algunas pruebas sugieren que los mamíferos antiguos alguna vez se alimentaron de insectos a un ritmo mucho mayor que en la actualidad. Los estudios también indican que algunos mamíferos se adaptaron a digerir la quitina hace mucho tiempo, lo que podría explicar por qué nuestro metabolismo reacciona más rápido a este polisacárido que a otros.

“Nos sorprende que este proceso se produzca sin aportes microbianos, porque las bacterias del tracto gastrointestinal también son fuentes de quitinasas que degradan la quitina. Combinar estos enfoques con un alimento que contenga quitina podría tener un beneficio metabólico muy real».

Steven Van Dyken, inmunólogo en la Universidad de Washington

En este sentido, algunos científicos piensan que debería ser una parte más de nuestra dieta. Pero la idea de comer insectos todavía no es bien recibida en los países occidentales, especialmente en regiones de Latinoamérica y Estados Unidos.

Tal vez descubrir qué partes del insecto son más ricas en quitina y por qué lo son ayudaría a los científicos a idear formas más sabrosas de aprovechar sus beneficios nutricionales. Como por ejemplo, al idear jugos o polvos de este polisacárido que hagan más apetecible su ingesta. Pero mientras eso no suceda, la decisión de probar grillos, escarabajos, mariposas o gusanos es solo nuestra.  

Referencias:

A type 2 immune circuit in the stomach controls mammalian adaptation to dietary chitin https://doi.org/10.1126/science.add5649

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