El tabaquismo ha sido objeto de numerosos estudios a lo largo de los años, y su impacto negativo en la salud es ampliamente reconocido. Además de estar relacionado con enfermedades cardiovasculares, cáncer de pulmón y problemas respiratorios, una nueva investigación de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca, ha arrojado luz sobre un vínculo que quizás no sea tan conocido: la relación entre fumar tabaco y el riesgo de desarrollar trastornos mentales, en particular, la depresión.
Según el estudio, fumar aumenta el riesgo de desarrollar depresión en más del 100%, lo que plantea preguntas importantes sobre la relación entre el tabaquismo y la salud mental. Veamos más de cerca los hallazgos y las implicaciones de esta investigación.
Vínculo entre el tabaquismo y la depresión
La investigación, liderada por Doug Speed del Centro de Genética Cuantitativa y Genómica de la Universidad de Aarhus, se basó en un extenso conjunto de datos que incluía información genética de más de medio millón de personas del Biobanco del Reino Unido. Este estudio buscó comprender si existe una relación causal entre fumar tabaco y el desarrollo de trastornos mentales, en particular, la depresión.
Los resultados revelaron que fumar tabaco aumenta significativamente el riesgo de desarrollar depresión y trastorno bipolar. Sorprendentemente, los datos sugieren que las personas que comenzaron a fumar a una edad temprana, generalmente alrededor de los 17 años, tenían un mayor riesgo de ser hospitalizadas por enfermedades mentales en la edad adulta, en promedio, después de los 30 años.
Uno de los hallazgos clave del estudio es que el tabaquismo suele preceder al desarrollo de trastornos mentales. Esto plantea la cuestión de si fumar es una causa subyacente de estos trastornos o si las personas fuman para aliviar los síntomas de una enfermedad mental latente.

Factores genéticos y el comienzo del hábito de fumar
El estudio también examinó la influencia de los factores genéticos en el tabaquismo y su relación con los trastornos mentales. Se encontró que ciertas variantes genéticas estaban relacionadas tanto con el inicio del hábito de fumar como con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades mentales. Estos hallazgos sugieren que los genes pueden desempeñar un papel preponderante en esta relación.
En particular, el estudio identificó «genes relacionados con el tabaquismo» que parecen aumentar el riesgo tanto de fumar como de desarrollar trastornos mentales. Aquellos que portaban estos genes y también fumaban tenían un mayor riesgo de padecer enfermedades mentales en comparación con aquellos que portaban los genes pero no fumaban.

Posibles mecanismos biológicos
Si bien la investigación ha establecido una fuerte correlación entre el tabaquismo y la depresión, aún se desconoce el mecanismo biológico exacto que subyace a esta relación. Se han propuesto varias teorías para explicar por qué fumar podría aumentar el riesgo de trastornos mentales.
Una de las teorías sugiere que la nicotina presente en el tabaco podría estar relacionada con la inhibición de la absorción del neurotransmisor serotonina en el cerebro. La serotonina es conocida por desempeñar un papel crucial en la regulación del estado de ánimo, y las personas con depresión a menudo tienen niveles bajos de serotonina. Esto podría explicar por qué algunas personas experimentan alivio temporal de la ansiedad y el estrés después de fumar, pero luego desarrollan síntomas depresivos con el tiempo.
Otra teoría plantea que el tabaquismo podría provocar inflamación en el cerebro, lo que, a largo plazo, podría dañar ciertas áreas del mismo y contribuir al desarrollo de trastornos mentales. Sin embargo, hay que destacar que ninguna de estas teorías ha sido probada de manera concluyente, y se necesita más investigación para comprender plenamente los mecanismos subyacentes.

Implicaciones y futuras direcciones
Los hallazgos de esta investigación tienen importantes implicaciones tanto para la salud pública como para la investigación médica. En primer lugar, refuerzan la idea de que el tabaquismo no solo tiene consecuencias físicas sino también mentales, lo que subraya la importancia de las políticas de control del tabaco y los programas de prevención.
Además, los datos sugieren que la mayoría de las personas comienzan a fumar antes de los 20 años. Esta información plantea la posibilidad de aumentar el límite de edad para comprar cigarrillos como una estrategia para prevenir que las personas comiencen a fumar. Si bien las razones detrás de esta tendencia aún no están claras, podría estar relacionada con una disminución en la disposición de asumir riesgos a medida que las personas envejecen.
Referencias:
Using polygenic risk scores to investigate the evolution of smoking and mental health outcomes in UK biobank participants: https://doi.org/10.1111/acps.13601