El dolor no es un fenómeno extraño para nadie. De hecho, muchas personas suelen experimentar noches bastante caóticas gracias a un malestar físico o emocional, como puede ser un dolor de espalda insoportable, un dolor de muelas o una molestia en los oídos. En este sentido, la verdadera pregunta es: ¿por qué esta sensación se vuelve intensa a altas horas de la noche?
Una lesión en la rodilla, por ejemplo, debería ser igual de dolorosa durante el día o incluso peor debido al movimiento constante. Sin embargo, es más común sentir las punzadas y la inflamación dando vueltas en la cama. Si estás buscando un culpable para este caso y otros similares, entonces deberías acusar a tu mecanismo de supervivencia.
Durante la noche, el sistema que se encarga de mantenernos a salvo del peligro se afina. En consecuencia, nuestro cerebro se vuelve más propenso a sentir dolor mientras cerramos los ojos o miramos al techo somnolientos.
Así que el propósito de las molestias nocturnas es advertirnos que algo anda mal.
¿Para qué sirve el dolor?

Solemos pensar en este sentimiento como algo negativo, ya que, por definición, es una experiencia desagradable. Pero el dolor es lo que nos ayuda a sobrevivir en un entorno que constantemente atenta contra nuestra integridad física o mental. Es como una alarma que tiene nuestro cerebro para decirnos que estamos en riesgo, y que nos insta a ponernos a salvo.
Esto no quiere decir que nuestra habitación sea un lugar insegura a cierta hora del día o algo parecido. Es más bien una percepción general: sentimos que la noche es más peligrosa, por lo que somos miserables a esa hora.
“Nuestro mecanismo para el dolor no siempre se activa como una respuesta a un estímulo. Por ejemplo, toco algo que arde y el dolor me salva de quemarme porque me hace retirar la mano. Es nuestro cerebro el que nos dice dónde, cuánto y de qué manera duele”.
Hadas Nahman-Averbuch, investigador en la Universidad de St. Louis
La explicación más apropiada para el dolor crónico que sentimos por la noche tiene que ver con los sistemas de procesamiento de nuestro cerebro y la ciencia de la percepción. En la década de 1960, Roland Melzack y Patrick Wall propusieron la Teoría de Control de Puertas que plantea que hay una puerta en la médula espinal que permite o impide que los estímulos dolorosos pasen al cerebro. Mientras más abierta esté esa puerta, más sensibles seremos a los golpes, rasguños o molestias.
Durante el día, los nervios periféricos que constituyen esta puerta deben competir con otros estímulos externos para llegar al cerebro. Por lo tanto, nos resulta más difícil percibir el dolor. Pero durante las noches silenciosas, no existe ningún estímulo externo (al menos intenso) con el que competir. No hay nada que ayude a cerrar esa puerta, por lo que sentimos esta sensación se apodera de nosotros.
El dolor por la noche es necesario para nuestra supervivencia

La Teoría sobre la Puerta del Control es ampliamente conocida en la comunidad científica. De hecho, estudios la respaldan desde un punto de vista evolutivo ya que, por naturaleza, las presas de los depredadores necesitan estar más alertas en la noche para sobrevivir.
“En el silencio de la noche se escuchan más las voces de esos tigres en nuestra mente, muchas veces recordando alguna situación incómoda que vivimos durante el día y que casi habíamos olvidado. No hay nada que nos distraiga y nos ayude a cerrar la puerta: ni imágenes, ni sonidos, ni interacciones con los demás. Es el mejor momento para sentir”.
Hadas Nahman-Averbuch
Una investigación de laboratorio reveló que la hora del día en que el dolor se percibe con mayor intensidad es a las 4 am. Una posible explicación es la privación del sueño, ya que también se ha demostrado que influye. Pero estos cambios físicos y mentales parecen estar más relacionados con los niveles cíclicos de hormonas que tenemos durante el día, como el cortisol.
El cortisol es la hormona del estrés, y está relacionada con nuestro mecanismo de supervivencia al igual que con el sistema inmunológico. Cuando se segrega, inhibe la producción de melatonina e incrementa la presión arterial, lo que nos hace más sensibles. Algo que tiene todo el sentido, pues necesitamos que los estímulos sean suficientemente fuertes para despertarnos ante un peligro potencial.
Por supuesto, aún se necesita más investigación para comprender el dolor nocturno. Pero todo parece indicar que nuestro cerebro todavía está tratando de protegernos de ser devorados mientras dormimos cada noche.
Referencias:
Why pain seems worse at night https://theconversation.com/why-pain-seems-worse-at-night-206207