Los perros que habitaban en la Ciudad de México en la década de 1990 comenzaron a mostrar comportamientos extraños: algunos no reconocían a sus dueños y los patrones de sueño de los animales habían cambiado. En 2002, la toxicóloga y neuropatóloga Lilian Calderón-Garcidueñas descubrió que los cerebros de los perros de la ciudad mostraban signos de neurodegeneración, mientras que los perros de las zonas rurales tenían cerebros mucho más sanos. Posteriormente, ella estudió los cerebros de 203 residentes humanos de la Ciudad de México, lo que la llevó a concluir que la exposición crónica a la contaminación del aire puede afectar negativamente el sistema olfativo de las personas a una edad temprana y puede hacerlas más susceptibles a enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson.

La Ciudad de México en los años noventa era conocida como la más contaminada del mundo, con una neblina espesa y constante de contaminación por combustibles fósiles atrapada por inversiones térmicas. El contaminante que juega el «gran papel» es el material particulado, dijo Calderón-Garcidueñas. «No los grandes, sino los pequeños que pueden cruzar barreras. Podemos detectar nanopartículas dentro de las neuronas, dentro de las células gliales, dentro de las células epiteliales. También vemos cosas que no deberían estar allí: titanio, hierro y cobre».

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Contaminación del aire: impacto en la salud cerebral

Está bien establecido que la contaminación del aire afecta gravemente al cuerpo humano y afecta a casi todos los órganos. El asma, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, la muerte prematura y los accidentes cerebrovasculares se encuentran entre una larga lista de problemas que se pueden generar por la exposición a la contaminación del aire que, según la Organización Mundial de la Salud, se encuentra en la cima de la lista de amenazas para la salud en todo el mundo y causa 7 millones de muertes al año. Los niños y los bebés son especialmente susceptibles.

Detectar el impacto de la contaminación del aire en el cerebro ha sido más difícil que en otros órganos debido a su inaccesibilidad. Por lo que no se ha investigado tan a fondo, según los investigadores. Si la contaminación del aire puede causar o contribuir al Alzheimer o al Parkinson no es una ciencia establecida. Pero el trabajo de Calderón-Garcidueñas está a la vanguardia al mostrar que la contaminación del aire va directamente al cerebro a través del aire que respiramos y tiene serios impactos.

Algunos psicoterapeutas informan haber visto pacientes con síntomas derivados de la contaminación del aire. La contaminación no solo parece causar síntomas o empeorarlos; también quita formas de alivio.

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Contaminación del aire y cerebro: un riesgo para la salud mental

La investigación indica que las partículas pequeñas que contienen metales dañinos, como el hollín y el humo de los incendios forestales, pueden llegar directamente al cerebro al inhalarse por la nariz y la boca. Además pueden tener un impacto negativo en la salud mental. El ozono, que se forma a partir de las emisiones de los automóviles y aumenta con el cambio climático, también se ha relacionado con la neurodegeneración y la disminución de la plasticidad cerebral.

La contaminación del aire también causa inflamación crónica en el cerebro. Esto puede resultar en una variedad de trastornos neuropsiquiátricos. El daño al cerebro es especialmente peligroso debido a su papel como panel de control principal del cuerpo. Las áreas del cerebro que regulan las emociones, como la amígdala, la corteza prefrontal y el hipocampo, son particularmente vulnerables al daño que causa la contaminación.

Los estudios epidemiológicos encontraron una relación entre la exposición a largo plazo a la contaminación del aire y la ansiedad y la depresión. Sin embargo, la investigación es difícil por factores de confusión y limitaciones éticas en los ensayos clínicos.

Referencias:

Depressed? Anxious? Air pollution may be a factor: https://medicalxpress.com/news/2023-05-depressed-anxious-air-pollution-factor.html

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