Sabemos que las aves migran durante la primavera y el otoño hacia lugares más acogedores. Es parte de su rutina y, en ocasiones, puede llegar a ser una cuestión de vida o muerte cuando las temperaturas bajan. Pero hay algo que pasamos por alto al hablar de sus migraciones: ¿Cómo los pájaros calculan el mejor momento para irse?

Estamos hablando de un cálculo bastante delicado porque hay que sincronizar el tiempo de salida y el de llegada. Si llegan demasiado pronto, es posible que el invierno no se haya aflojado del todo, lo que pone a las aves en riesgo de morir de hambre. Y si llegan demasiado tarde, sus probabilidades de apareamiento se reducen.

Nosotros necesitamos al menos un reloj para saber cuándo debemos irnos de un lugar. Pero las aves, curiosamente, pueden sincronizarse usando un par de fotorreceptores en su cerebro diseñados para detectar la luz. 

Una vez que esos fotorreceptores registran que los días se alargan a fines del invierno y principios de la primavera, activan varios sistemas corporales para que el ave se ponga en marcha.

Neuronas sensibles para una buena migración

Pájaros en una farola / Vía Pexels

Estos receptores son similares a los que gobiernan el ritmo circadiano de los humanos. En pocas palabras, funcionan instintivamente y se encargan de detectar la luz y transmitir impulsos nerviosos. 

Aunque los científicos no entienden completamente el proceso en las aves, sí han identificado ciertas células cerebrales en las codornices que podían detectar cambios y reaccionar directamente a ella. Ellos estiman que, para sincronizar su llegada con la mayor probabilidad de condiciones favorables para la reproducción, un ave migratoria rastrea la duración de la luz o el fotoperíodo de cada día. 

“Es realmente una camarilla de diferentes sistemas endocrinos que están cambiando al ave de la supervivencia invernal a la preparación migratoria”.

Ana M. González, ornitóloga de la agencia gubernamental Medio Ambiente y Cambio Climático 

Cuando todas las piezas comienzan a encajar (los cambios de luz, el frío y el despertar de algunas hormonas), las aves están preparadas para dar el gran paso.

Sincronizaciones migratorias

Ave en otoño / Vía Pexels

Cada ave experimenta cambios estacionales durante estos dos períodos. Son como pequeñas máquinas diseñadas para apagarse o encenderse. Por ejemplo, algunas golondrinas cambian patrones digestivos durante el otoño, lo que ocasiona que aumenten de peso y desarrollen músculos de vuelo.

Además, una vez que han comido lo suficiente, una hormona digestiva llamada grelina comienza a inquietarlas y las impulsa a emprender el vuelo. Esto, sumado a los cambios en los fotorreceptores, da lugar a una sincronización perfecta. 

“Cada primavera innumerables currucas, colibríes y más, una de cada cinco especies de aves, en total, abandonan su escondite de invierno en una larga caminata que finalmente conduce al apareamiento, anidación y nacimiento de los polluelos. Esto no es casualidad, las aves están programadas para llegar a tiempo a su destino usando los patrones en la duración del día”.

Ana M. González

En definitiva, los fotorreceptores son los que marcan el momento ideal para migrar y la línea de tiempo migratoria de cada ave individual. Según estiman, el fotoperíodo de un día parece vincularse con el inicio de los pasos de reproducción.

Así que las aves cuentan con algo más que un sexto sentido para orientarse: también tienen una señal biológica para la primavera y el otoño.

Referencias: 

How Do Birds Know When to Migrate? https://www.scientificamerican.com/article/how-do-birds-know-when-to-migrate/

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