El cerebro es un órgano extremadamente sensible al calor, es por eso que deja de funcionar correctamente cuando llega el verano. Durante esos días pensamos más lento y nos cuesta conciliar el sueño, ya que el hipotálamo tiene que trabajar en exceso para mantener nuestras funciones vitales.
Algunas personas buscan aire acondicionado o una bebida fría para evitar este “sobrecalentamiento”. Pero un nuevo estudio asegura que estos métodos podrían no ser necesarios, pues todos los animales de sangre caliente contamos con un sistema de refrigeración natural en nuestras narices.
Seishiro Tada y Takanobu Tsuihiji, investigadores de la Universidad de Tokio, estudiaron las cavidades nasales de varios seres vivos prehistóricos y modernos. Entre ellos, dinosaurios terópodos como el velociraptor, aves como las avestruces y mamíferos grandes como los rinocerontes. Todo con tal de proporcionar pistas sobre la termorregulación en animales de sangre caliente.
Al comparar sus resultados con muestras de animales de sangre fría, el equipo encontró que los descendientes vivos de sangre caliente, incluidos los seres humanos, desarrollaron el mejor sistema de enfriamiento natural. Nos referimos a la “refrigeración nasal”.
La nariz no solo huele, también regula

Los endotermos o animales de sangre caliente, como las aves y los mamíferos, mantienen su temperatura corporal a través de fuentes de calor internas. Pero los ectotermos o animales de sangre fría, como los reptiles, usan fuentes de calor externas para mantenerse calientes.
Durante mucho tiempo se pensó que la clave para enfriar el cerebro humano era la sudoración, ya que se sabe que el hipotálamo desencadena esta reacción al detectar un aumento de la temperatura. Sin embargo, investigaciones recientes han incluido a las fosas nasales en este proceso.
Un estudio anterior, por ejemplo, mostró que una cavidad nasal grande ayuda a mantener la temperatura de todo el cuerpo. Esto quiere decir que en los endotermos la nariz no solo percibe olores y hedores, sino que también ayuda en el intercambio de calor gracias a unas estructuras ondulantes llamadas cornetes respiratorios.

Estos tejidos cartilaginosos parecen humedecer el aire inhalado e intercambiar calor de la sangre, lo que puede enfriar el cerebro. Para probar esa hipótesis, los investigadores japoneses analizaron 51 cabezas de endotermos y ectotermos actuales, y un cráneo de velociraptor. Todo ello mediante tomografías computarizadas y recreando sus estructuras nasales.
Fue entonces cuando descubrieron que, en comparación con los ectotermos, los endotermos tienen cornetes bien desarrollados y una cavidad nasal relativamente más grande para el tamaño de su cabeza. Esto significa que, efectivamente, su nariz ayuda a enfriar su cerebro. De lo contrario, tendrían cavidades más proporcionales.
Claves de la refrigeración nasal
A grandes rasgos, el equipo encontró una clara diferencia entre el cráneo de los animales de sangre fría y el cráneo de los animales de sangre caliente.
El velociraptor mongoliensis tenía una cavidad nasal muy pequeña, por lo que probablemente no podía regular la temperatura como sus descendientes actuales, las aves. Esto sugiere un cerebro relativamente menos desarrollado que no necesitaba un enfriamiento eficiente.
Por el contrario, los rinocerontes tienen cavidades mucho más grandes, que coinciden con una mayor capacidad de termorregulación. Por lo tanto, estos hallazgos resaltan la importancia de nuestra nariz durante los días calurosos.

¿Cómo surgió esta refrigeración nasal y por qué es mejor en los endodermos? Esas son preguntas que todavía no tienen una respuesta. Sin embargo, los investigadores japoneses consideran que el sistema de enfriamiento nasal pudo haber evolucionado en paralelo con los cambios en la estructura de su cráneo que ahora vemos en los animales modernos. En pocas palabras, es otra adaptación biológica que podría haber salvado a nuestros antepasados cuando no había bebidas frías o aire acondicionado.
“Inferir la fisiología de formas fósiles como los dinosaurios nos permite estudiar la evolución de la modificación drástica del cráneo de los animales, especialmente las aves, desde un nuevo ángulo».
Seishiro Tada
Así que siempre tuvimos un sistema de refrigeración natural en nuestras narices, aunque nunca pudimos verlo.
Referencias:
Evolutionary process toward avian-like cephalic thermoregulation system in Theropoda elucidated based on nasal structures https://dx.doi.org/10.1098/rsos.220997