Estamos familiarizados con las ranas venenosas, los insectos letales y las serpientes que pueden matar a un humano al menor contacto. Pero, a veces, las peores toxinas están en los animales más inofensivos. Como en el caso de estas dos aves de Nueva Guinea, el silbador regente (Pachycephala schlegelii) y el silbador nuquirrufo (Aleadryas rufinucha).
Ambas especies ocultan una neurotoxina letal debajo de sus delicadas plumas. Los investigadores de la Universidad de Copenhague descubrieron este feo secreto en una expedición reciente por las junglas y bosques poco explorados de la isla.
Según comentan, tanto el silbador regente como el silbador nuquirrufo han desarrollado la capacidad de consumir alimentos nocivos y convertirlos en veneno. Por lo tanto, son las primeras aves tóxicas de las que se tiene conocimiento en más de dos décadas.
Entre plumas, cantos y… veneno

Hace un par de años, los científicos descubrieron un pitohuí o pájaro basura que liberaba un veneno llamado homobatracotoxina a través de las plumas y la piel. En ese momento, parecía ser el único con una defensa química similar a la de los anfibios. Sin embargo, estos nuevos hallazgos han demostrado que hay al menos otras dos especies tóxicas en el mundo.
El silbador regente fue descubierto en 1871, mientras que el silbador nuquirrufo fue descrito en 1874. Aunque son aves populares en Nueva Guinea, se conocía muy poco sobre ellas.
Los investigadores tuvieron que adentrarse en su hábitat y capturar a dos ejemplares para poder analizar su cuerpo y plumaje. Fue entonces cuando descubrieron que tenían una neurotoxina que, en los seres humanos, origina entumecimiento y quemaduras.
El veneno en cuestión se llama batracotoxina, y es bastante similar al que podemos ver en la piel de las ranas venenosas doradas. Por lo tanto, las toxinas de los anfibios están más extendidas de lo que se creía.
“Nos sorprendió mucho descubrir que estas aves eran venenosas. Particularmente, porque estas dos especies de aves son muy comunes en esta parte del mundo”.
Knud Jønsson, investigador del Museo de Historia Natural de Dinamarca
Toxinas como mecanismo de defensa

En grandes cantidades, la batracotoxina puede causar convulsiones violentas o, incluso, la muerte. Esto debido a que fuerza los canales de sodio en el tejido del músculo esquelético de la víctima, lo que ocasiona que permanezcan abiertos.
Sin embargo, el nivel de toxicidad de las aves de Nueva Guinea parece menos letal que el de las ranas doradas. No pueden matar a ningún animal grande, solo hacerle pasar un mal rato.
“Tocar a estas aves no es malo, pero cuando se deben tomar muestras en un entorno confinado, puedes sentir algo en los ojos y la nariz. Es un poco como cortar cebollas, pero con un agente nervioso. De hecho, los lugareños se alejan de estas aves porque, según ellos, su carne quema en la boca como el chile”.
Kasun Bodawatta, investigador de la Universidad de Copenhague
Esto podría indicar que el veneno les sirve para disuadir a aquellos que querrían comérselos hasta cierto punto, por lo tanto, tendría un propósito defensivo. Sin embargo, esta es solo una posibilidad.
Otra idea sugiere que la toxicidad de estas aves les aporta una ventaja evolutiva. Esto debido a que han desarrollado la capacidad de comer cualquier tipo de alimento, incluso los tóxicos. Todo gracias a pequeñas mutaciones en los genes que regulan los canales de sodio, según comentan los investigadores.
Los silbadores desarrollaron un cuerpo resistente al veneno, por lo que podría ser también un mecanismo para asegurar su supervivencia en condiciones extremas.
En cualquier caso, algo es seguro: hay aves tóxicas que podrían hacernos mucho daño con sus plumas.
Referencias:
Multiple mutations in the Nav1.4 sodium channel of New Guinean toxic birds provide autoresistance to deadly batrachotoxin https://doi.org/10.1111/mec.16878