La dieta occidental es una tendencia alimentaria que ha surgido en las últimas décadas, caracterizada por un alto contenido en grasas y azúcares. Esta dieta se asocia con el sobrepeso, la obesidad y diversas enfermedades crónicas, como la diabetes o enfermedades cardiovasculares. En este sentido, investigadores del Instituto Max Planck de Investigación del Metabolismo de Colonia y la Universidad de Yale han demostrado que los alimentos con alto contenido en grasa y azúcar alteran nuestro cerebro, aprendiendo éste a consumir precisamente estos alimentos en el futuro.
El estudio, llevado a cabo durante ocho semanas, se realizó con un grupo de voluntarios que recibió un pequeño pudin rico en grasas y azúcares y otro grupo que recibió un pudin con el mismo número de calorías pero menos grasa. Se midió la actividad cerebral de los voluntarios antes y durante las ocho semanas. Los resultados mostraron que la respuesta del cerebro a los alimentos ricos en grasas y azúcares aumentó considerablemente en el grupo que comió el pudin rico en azúcares y grasas después de ocho semanas. Esto activó especialmente el sistema dopaminérgico, la región del cerebro responsable de la motivación y la recompensa.

Es decir, nuestros cerebros se reconfiguran a sí mismos mediante el consumo de alimentos con alto contenido en grasas y azúcares. El sistema de recompensa del cerebro se activa, y este subconscientemente aprende a preferir los alimentos gratificantes. Es importante destacar que durante el periodo de estudio, los probandos no aumentaron más de peso que los del grupo de control y sus valores sanguíneos, como el azúcar o el colesterol, tampoco variaron. Sin embargo, los investigadores suponen que la preferencia por los alimentos azucarados continuará una vez finalizado el estudio.
¿Por qué preferimos los alimentos poco saludables?
Este estudio demuestra que la alimentación no solo afecta a nuestro cuerpo, sino que también tiene un gran impacto en nuestro cerebro. De hecho, la preferencia por alimentos con alto contenido en grasas y azúcares podría ser aprendida y, por lo tanto, modificable. Esto es importante porque nuestra alimentación es clave para nuestra salud, y la preferencia por alimentos poco saludables puede llevar a la obesidad y a diversas enfermedades crónicas. Por lo tanto, comprender cómo se desarrolla esta preferencia en el cerebro podría ayudarnos a prevenir y tratar estas enfermedades.

Además, estos resultados tienen implicaciones importantes para la industria alimentaria y la publicidad. La industria alimentaria suele utilizar ingredientes con alto contenido en grasas y azúcares en sus productos, ya que estos son muy gratificantes para nuestro cerebro. De hecho, la publicidad también se enfoca en la gratificación que proporcionan estos alimentos. Esto lleva a que consumamos alimentos poco saludables con más frecuencia, lo que, a su vez, refuerza nuestra preferencia por ellos. Por lo tanto, es importante que la industria alimentaria se preocupe por la salud de sus consumidores y no solo por sus ganancias.
En conclusión, el estudio demuestra que nuestro cerebro aprende a preferir alimentos con alto contenido en grasas y azúcares, y esto podría explicar por qué nos gustan tanto estos alimentos poco saludables. Sin embargo, este aprendizaje no es irreversible, y es importante entender cómo nuestro cerebro funciona para poder cambiar nuestros hábitos alimenticios hacia opciones más saludables.
Referencias:
Habitual daily intake of a sweet and fatty snack modulates reward processing in humans: https://doi.org/10.1016/j.cmet.2023.02.015