Hombres y mujeres son esencialmente distintos. A las niñas de nueve años les gustan las muñecas, los colores brillantes y los animales, mientras que a los varones les gustan más los autos, los colores brillantes y las matemáticas. Estos comportamientos de género son bastante conocidos al punto que se consideran casi despectivos, pero ¿de dónde vienen? 

Existen incontables versiones de dibujos del cerebro masculino y el femenino con distintas «regiones» de intereses dibujadas. Sin embargo, los neurocientíficos han demostrado que esta creencia bien establecida de que hay dos tipos diferentes de cerebros no tiene sentido. Biológicamente, ambos órganos son bastante similares por no decir idénticos. 

Lo que realmente diferencia a los hombres de las mujeres, y viceversa, es la sociedad. Concretamente, los estímulos externos que el cerebro “absorbe” durante los primeros años de vida. Porque sí, el cerebro es como una gran esponja social. 

“Lo que hacen los niños” vs. “lo que hacen las niñas”

Niño haciendo ejercicios matemáticos / Vía Pexels

Puede que los bebés parezcan torpes al caminar o hablar, pero cognitivamente llegan al mundo con un radar social bien afinado. Entonces, desde una edad muy temprana, responden de manera diferente al sonido de su lengua materna o al ver un rostro humano. 

La brecha de género empieza a crearse durante los dos primeros años de vida. En esos meses, sus cerebros se dan cuenta de que tienen un rol particular por el tipo de juguetes que les dan para jugar. Por ejemplo, una muñeca o un auto con control remoto.

“Su cerebro está captando el mensaje de que estos son los tipos de juguetes con los que se espera que juegue, y acaba desarrollando ese hábito. Por eso decimos esto es lo que hacen los niños y esto es lo que hacen las chicas”.

Dom Byrne, investigador en Nature

Así que esta diferenciación comienza muy temprano, y no algo biológico sino meramente social. Después de todo, desde pequeños les enseñamos a los niños a hacer cosas propias de su género y rechazar las contrarias. 

El peso de la “esponja social”

Nuestros cerebros realmente son esponjas sociales, y la evidencia lo demuestra. Muchas niñas de seis años o menos no jugarán con juegos que han sido descritos como para niños, ya que no creen que sean realmente interesantes. 

Además, muchas de ellas consideran que las matemáticas son cosa de niños. Y en consecuencia, cuando crezcan, no serán matemáticos porque eso es lo que hacen los niños. 

Niñas jugando con muñecos / Vía Pexels

Lo mismo ocurre con los varones. Los más jóvenes piensan que las muñecas y las modelos son cosas para niñas, al igual que otras cosas más puntuales como el color rosa. Por lo tanto, en la adultez, intentarán alejarse de estos “gustos femeninos” que han sido descritos por la sociedad. Y esto se extiende a todo tipo de comportamientos: gestos, gustos, etc.

“Gracias a nuestra esponja social, el cerebro, no solo tenemos un sentido de nosotros mismos, también tenemos un sentido de otras personas. Eso significa que podemos entender lo que otras personas podrían saber, cómo podrían comportarse, qué podrían estar pensando sobre nosotros y qué podrían esperar de nosotros. asociados a eso. Así que constantemente estamos pensando ¿quién soy yo? ¿Qué clase de persona soy? ¿Cómo encajo en el mundo exterior?”.

Dom Byrne

Entonces, nuestros cerebros están constantemente monitoreando el entorno social. Y podríamos pensar que eso es algo bueno, pero realmente no lo es. 

Las mujeres que crecen pensando que las matemáticas no son lo suyo, acaban alejándose de la ciencia. Y como resultado, empiezan a aparecer estigmas hacia la profesión y aquellos que se dedican a ello pese a ser una “carrera de género”.

Así que, ahora que sabemos qué la biología no es lo que diferencia a los hombres de las mujeres, las personas que están tratando de impulsar iniciativas de inclusión deberían intentar cambiar sus estrategias para que podamos absorber nuevos comportamientos. 

El hecho de que nuestro cerebro sea una esponja social es una gran ventaja durante la niñez, para entender cómo funciona el mundo y cómo podemos encajar en él. Pero, con el tiempo, puede volverse un problema.

Referencias:

Social sponges: Gendered brain development comes from society, not biology https://doi.org/10.1038/d41586-023-00738-2

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