Desde 1978 se sabe que los animales poseen un sexto sentido, pero pocos han estudiado cuál es exactamente y cómo se manifiesta.

Aunque la palabra “sexto sentido» a menudo se asocia con cosas como la clarividencia, la premonición o la intuición, es importante entender que los animales no poseen una bola de cristal en sus cabezas. En su lugar, cuentan con una brújula interna que les permite utilizar el campo magnético terrestre para volver a casa.

Esta brújula de sensibilidad magnética, también llamada magnetorrecepción, es su sexto sentido. Con ella, pueden ubicar su posición en sentido y latitud, lo cual es extremadamente útil al viajar de un lugar a otro. 

Animales con visión, oído, olfato, tacto, gusto y “sensibilidad magnética”

Las aves poseen un sexto sentido muy desarrollado, es por eso que pueden migrar a cualquier hora del día pues no dependen del Sol para orientarse. Las células fotorreceptoras de su retina contienen pigmentos llamados criptocromos, que responden al magnetismo por un fenómeno cuántico llamado pares radicales. Cuando se excitan, envían una señal al nervio óptico del pájaro para que cambien de dirección.

Hasta ahora, ese había sido el único ejemplo conocido de sensibilidad magnética en el reino animal. Sin embargo, muchos animales perciben y responden a los campos magnéticos en su entorno, como es el caso de las mariposas monarca, los tiburones, las tortugas y los insectos.

Un estudio reciente con moscas de la fruta (Drosophila melanogaster), concluyó que la magnetorrecepción puede estar más extendida de lo que se pensaba. Posiblemente porque se trata de una habilidad indispensable para la supervivencia. 

¿Cómo se maneja este sexto sentido animal?

Pájaros usando sus sentidos para migrar / Vía Pixabay

Su estudio sugiere que las moléculas biológicas necesarias para detectar los campos magnéticos están presentes, en mayor o menor medida, en todos los animales. El problema es que, a diferencia de la vista, el olfato, el oído, el tacto y el gusto, es mucho más difícil de detectar.

Para demostrarlo, el equipo analizó el genoma de las moscas de la fruta. Esta especie, aunque cueste creerlo, contiene un sistema nervioso que funciona exactamente igual que el nuestro y ha sido utilizado en innumerables estudios como modelo para entender la biología humana.

Al explorar las expresiones genéticas del insecto, encontraron una molécula básica, presente en todas las células, que impulsaba la sensibilidad magnética. Esta molécula no eran los criptocromos de las aves, sino el dinucleótido de flavina y adenina (o FAD para abreviar). Básicamente, el sensor de luz que normalmente se une a los criptocromos para soportar la magnetosensibilidad.

El FDA está presente en muchos los animales, ya que interviene en las reacciones metabólicas de oxidación-reducción. Por lo tanto, puede que todos los seres vivos tengan un sexto sentido magnético para sobrevivir, incluso los humanos. 

“Nuestros hallazgos son importantes porque comprender la maquinaria molecular que permite que una célula detecte un campo magnético nos permite apreciar cómo los factores ambientales (por ejemplo, el ruido electromagnético de las telecomunicaciones) pueden afectar a los animales que dependen de este sentido”.

Ezio Rosato, profesor en la Universidad de Leicester

La clave de la sensibilidad magnética 

Campo magnético / Vía Pixabay

Un campo magnético transporta muy poca energía, a diferencia de los fotones de luz o las ondas de sonido utilizadas por los otros sentidos. Por tal motivo, solo las especies con criptocromos parecen haber desarrollado esta capacidad a plenitud. 

Los peces cartilaginosos como los tiburones y las rayas, por ejemplo, usan sus ampollas para detectar los estímulos magnéticos por inducción. Los salmones y otros peces poseen células que se orientan según el campo geomagnético, y que podrían encerrar su secreto para volver al mismo río en el que nacieron. Y las abejas tienen un abdomen lleno de células sensibles a los campos magnéticos, que les permiten navegar y encontrar comida. 

Así es como se maneja esta habilidad en la naturaleza. Sin embargo, los efectos que observaron en las moléculas FAD sugieren que también sería posible detectar campos magnéticos sin criptocromos o con una pequeña cantidad de ellos. 

“Uno de nuestros hallazgos más sorprendentes, y que está en desacuerdo con la comprensión actual, es que las células continúan ‘detectando’ los campos magnéticos cuando solo está presente un fragmento muy pequeño de criptocromo. Eso muestra que las células pueden, al menos en un laboratorio, detectar campos magnéticos a través de otras formas».

Ezio Rosato

Así que este sexto sentido está al alcance de todos y es, sin ninguna duda alguna, lo más valioso que podemos encontrar en el reino animal.

Referencias:

Essential elements of radical pair magnetosensitivity in Drosophila https://dx.doi.org/10.1038/s41586-023-05735-z

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