Las personas con discapacidad enfrentan muchos desafíos a lo largo de su vida. Algunos de ellos son muy conocidos, ya que están vinculados a la dependencia, pero otros pasan desapercibidos, como es el caso de la discriminación a la hora de comer.
Tras analizar los casos de 27 personas con discapacidad entre los 18 y los 75 años, el investigador Xavier Medina de la UOC concluyó que el acto de “comer” es fundamental para las personas con discapacidad. Esto debido a que la alimentación impacta en el autoestima y las capacidades sociales de todos los seres humanos.
Comer es más un acto social que una necesidad

Aunque solemos desestimar la hora de comer, sobre todo desde la llegada de la tecnología, sentarse sobre la mesa y compartir el pan es crucial para nuestro desarrollo.
Cuando comemos al lado de otra persona es imposible permanecer en silencio. Tanto así que solemos comunicarnos con ellos entre bocado y bocado, mientras recordamos experiencias vividas o compartimos gustos e intereses que no suelen salir a la luz en otro contexto.
Por lo tanto, “comer” es mucho más que consumir nutrientes, es un acto social que nos permite transmitir emociones y crear vínculos. Ya sea que estemos en familia, o compartiendo mesa con un desconocido.
“Nos construimos como personas a través de la alimentación. Alimentarse solo cumple con el propósito de nutrir el cuerpo, pero se pierde el componente social, afectivo y emocional que siente en compañía de otros”.
Xavier Medina, profesor de los Facultades de Ciencias de la Salud de la UOC y director de la Cátedra UNESCO
Es por eso que la hora de comer impacta con tanta fuerza en las personas con discapacidad. Concretamente, en quienes sufren de discapacidad motriz y sensorial, ya que se les dificulta comer con normalidad.
Discriminación sobre la mesa, ¿el platillo diario de las personas con discapacidad?
Dependiendo del grado de la discapacidad (leve, moderada o grave), la persona afectada puede ser incapaz de hablar, mover los cubiertos, pasar el estofado o sentarse. Lo que hace que quede excluido de la dinámica social que se está llevando a cabo en la mesa.
Inclusive se han dado casos de familiares y cuidadores que alimentan a las personas discapacitadas minutos antes o después de lo que sería “la hora familiar”. Con lo cual estas personas no tienen ni siquiera la posibilidad de comer en compañía y desahogarse.
El profesor Xavier Medina estudió por meses cómo influían estas prácticas a la hora de comer en las personas con discapacidad, y como resultado obtuvo cuatro grandes efectos emocionales que surgen a raíz de la discriminación.
La soledad o aislamiento social

Muchos de los participantes aseguraron que su discapacidad hace que las personas les presten más atención. Esto en el sentido de que están atentos a sus errores a la hora de comer, por lo que las personas con discapacidad se sienten agobiadas.
En consecuencia, muchos empezaron a apartarse del resto para evitar el escarnio público. Aunque la solución no es mucho más satisfactoria, ya que el aislamiento social puede desencadenar episodios de depresión, baja autoestima y desequilibrio emocional.
Sentimientos de carga y vergüenza

Asimismo, otros participantes comentaron que estaban avergonzados por su incapacidad, al punto que experimentaban taquicardias cada vez que se sentaban en compañía de alguien.
Estos sentimientos, por supuesto, ocasionados por el hecho de que no podían comer de la misma forma que el resto. Lo que a su parecer los hacía más “desagradables”.
La autoexclusión mental a la hora de comer

A la par con el aislamiento, muchos otros participantes crearon lo que se conoce como una “coraza social”. Lo que quiere decir que, en lugar de aislarse físicamente, se abstraen es su mente.
Intentan no exhibir sus preocupaciones o diferencias con quienes comparten la mesa para evitar que vean sus debilidades. Esto como una especie de mecanismo de defensa para no ser juzgados por su condición. Algo que suele ocurrir no solo a la hora de comer, sino también cuando estas personas con discapacidad salen a la calle.
La percepción de fealdad en las personas discapacitadas

Finalmente, algunos participantes en específico aseguraron que se sentían feos cuando comían. Esto debido a los tubos y herramientas clínicas que usan permanentemente para sobrevivir.
Por lo general, cuando nos sentamos a comer con personas enfermas o discapacitadas solemos tratarlos de forma diferente. No precisamente por prejuicio, sino como una forma de darles a entender que tienen algo que arreglar o superar por su cuenta. Pero muchas veces nos olvidamos de que estas personas necesitan sentir que su vida no se ha volcado únicamente en una discapacidad.
El factor emocional también es importante, y hacerles saber que pueden hacer algo tan simple como comer en compañía podría ser fundamental para tratar los daños psicológicos de esta condición.
Referencias:
Loneliness, shame and other effects on people with disabilities at mealtimes https://phys.org/news/2022-06-loneliness-shame-effects-people-disabilities.html
Culinary Solitude in the Diet of People with Functional Diversity https://dx.doi.org/10.3390/ijerph19063624