Quizás el nombre Saladino no nos sea muy familiar, pero fue una de las figuras políticas más importantes de Medio Oriente. Admirado por musulmanes y cristianos durante el siglo XII, por unificar la cultura islámica y preservar sitios sagrados como Jerusalén en un solo continente y bajo un solo mandato, el suyo. 

Sin embargo, este héroe islámico es un personaje más que curioso para la historia occidental, ya que es el único musulmán hasta la fecha que fue condecorado como sultán sin tener origen árabe. ¿Por qué? Averigüémoslo

El origen humilde del sultán Saladino 

Retrato de Saladino | Créditos: Picryl

Al-Nasir Salah al-Din Yusuf ibn Ayyub, mejor conocido como Saladino, fue un kurdo fanático del Islam que nació en Mesopotamia para el año 1137. 

Pasó sus primeros años de vida entrenando por todo el Líbano para ser un militar como su padre. Sin embargo, una disputa familiar lo llevó a abandonar prontamente este camino y dedicarse mejor a cultivar su mente con artes clásicas como la aritmética, la literatura y el derecho. Una década de aprendizaje en la que logró dominar tanto el kurdo como el árabe, y hacerse amigo de Nur al-Din, el joven que pronto gobernaría Siria. 

Gracias a esto, Saladino obtuvo el apoyo que necesitaba para volver al mundo militar en 1163, como protector de Nur al-Din y conquistador de nuevos territorios. Un estilo de vida que incluso mejoró cuando su joven amigo falleció, ya que él se volvió el gobernante.

«El sucesor obvio fue Saladino. En una lujosa ceremonia, el califa al-Adid lo confirmó como soberano, explicando con floridas palabras el deber de Saladino de librar la guerra santa a favor del Islam”.

John Man, historiador y autor del libro «Saladin: The First Sultan»

Un gobernante justo, creyente y un tanto narcicista

Ilustración de Saladino en una de los templos | Vía Wikimedia

Con poco más de 30 años, Saladino ya era gobernante de Egipto y de parte de Siria, ambas zonas históricas para el Islam. 

En respuesta a su cargo, el gobernante kurdo reemplazó a los funcionarios chiítas con sunitas para proteger sus territorios, y comenzó a autodenominar a su reinado como “dinastía ayyubí de Saladino”. 

Poniendo su narcisismo a un lado, realmente Saladino fue un buen gobernante. En cuestión de tres años logró reducir los impuestos de los ricos, aumentar las limosnas dadas a los pobres y fomentar el comercio intercultural.

Sin embargo, antes de que pudiera consolidar aún más su poder, Jerusalén fue tomada en 1117 por Raynald de Châtillon, un cruzado cristiano que se decía que había matado a más de 2000 hombres. 

Esto fue un punto bajo para Saladino, ya que él consideraba al Islam como algo esencial en su vida. Por tanto, le resultaban incomprensibles los actos de violencia en contra de la religión y de los musulmanes. 

Todo o nada por el Islam, Saladino vs los cruzados 

Tropas de Saladino peleando con los cruzados | Vía Wikimedia

Ante la insolencia de los cruzados, Saladino decidió atacar. Reunió a los musulmanes que fueron expulsados de Jerusalén y partió con sus tropas hacia allá. Los hombres de Saladino acosaron a los cruzados durante todo el trayecto: prendiendo fuego a sus tiendas, matando a sus caballos, o haciendo emboscadas recurrentes.

Se estima que entre 30.000 y 40.000 personas murieron en la batalla, pero Rayland finalmente fue capturado y ejecutado según la tradición islámica. 

“Por la tarde Saladino entró en la tienda y llamó a Raynald para que se presentara ante él. Allí lo derribó con un golpe que lo alcanzó en el hombro. Un guardia le cortó la cabeza y el cadáver fue arrastrado por los talones”. 

John Man

Así, Saladino entró en Jerusalén como un héroe islámico y fue condecorado por los musulmanes como tal, a pesar de no ser árabe. Se cree que esto fue en parte debido a dos hechos ajenos al conflicto militar:

  • El primero, porque la entrada de Saladino coincidió con el aniversario del «Viaje Nocturno del Profeta», cuando se dice que Mahoma ascendió al cielo desde Jerusalén.
  • Y el segundo, porque Saladino demostró que no era un militar despiadado como los cruzados. En lugar de matar a los cristianos que vivían en Jerusalén, les concedió la posibilidad de pagar “por su vida” en lugar de con ella. Es decir, les pidió 10 dinares por un hombre, 5 por una mujer, y un dinar por cada niño que quisiera salir de Jerusalén.

La última batalla de Saladino 

Palacio de Saladino | Vía Wikimedia

La captura de Jerusalén por parte de Saladino pronto dio de qué hablar en la Europa cristiana, quien furiosamente destino todos sus ​​fondos para comenzar una Tercera Cruzada en 1192. Solo que esta vez dirigida por Ricardo I de Inglaterra, más conocido como Ricardo Corazón de León.

Sin embargo, los cruzados fracasaron en todas sus batallas por Jerusalén, pues el reino islámico ya estaba constituído. Lo único que quedó tras tres años de conflicto fueron las secuelas físicas y emocionales.

Tanto Ricardo I como Saladino terminaron fatigados y decidieron establecer una tregua temporal. Saladino se quedó con Jerusalén y Ricardo con Jaffa, otra ciudad de Israel, hasta que ambos se recuperaran.

Por desgracia, Saladino no vivió para ver el regreso de los cruzados, ya que a principios de 1193, la fiebre y la enfermedad acabaron con su vida.

«Después de 12 días de enfermedad, el 4 de marzo de 1193, un jeque le estaba leyendo el Corán cuando murió. Lo llevaron a través de multitudes que lloraban y lo enterraron cerca, dejando una reputación única. Hasta los cristianos lo admiraban porque ejemplificaba las llamadas virtudes cristianas, en contraste con el comportamiento de sus propios líderes».  

John Man

En conclusión…

Saladino fue más que un simple gobernante. Fue un ejemplo de liderazgo, virtud y benevolencia. Quizás por eso su leyenda ha sobrevivido durante siglos en el mundo oriental y occidental. Así que intentemos que siga siendo así por muchos años más.

Referencias:

Saladin: Muslim ruler who defeated the Crusaders https://www.livescience.com/saladin 

Saladin https://en.wikipedia.org/wiki/Saladin

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