Los ojos son la puerta del alma, pero también unas herramientas únicas de comunicación y aprendizaje. Desde la infancia, los seres humanos utilizan las pupilas para detectar la mirada de otros a su alrededor y seguirla. Una habilidad que hemos heredado de nuestros antepasados simios, pero que poco a poco fuimos mejorando hasta convertirla en un verdadero “lenguaje humano”.
Ahora, con el simple contacto visual, podemos saber exáctamente cómo se siente la persona, si nos está mintiendo o si está distraída; y todo ello se lo debemos al tejido blanco que recubre nuestros ojos: la esclerótica.
El ojo humano vs el ojo de un simio

Seguramente no lo hayamos notado hasta ahora, pero si vemos de cerca los ojos de un chimpancé notaremos que su esclerótica es apenas visible. Lo mismo ocurre con la mayoría de especies en el reino animal: gatos, perros, peces, aves, entre otros.
La presencia de esta capa blanquecina alrededor del ojo en los humanos no es una casualidad ni mucho menos, según comenta el investigador Fumihiro Kano de la Universidad Maz Planck de Alemania. Por el contrario, forma parte del proceso de evolución en el que el hombre abandonó el tacto y el olfato para convertir a los ojos en su principal sentido.
Gracias a esto, el ser humano ahora es capaz de mover su retina en múltiples direcciones y distinguir mucho mejor a los sujetos en su campo de visión.
Los científicos dieron con esto después de analizar más de diez imágenes de humanos y chimpancés realizando distintos movimientos oculares. En todas ellas, se veía como los chimpancés tenían mayor dificultad para reconocer a sus semejantes una vez que se alejaban de su campo de visión frontal.
Algo que no ocurría en el caso de los humanos, quienes podían ver incluso una silueta borrosa de sus semejantes por encima del hombro, más atrás de donde se ubican sus ojos.
Tener esclerótica es importante para todas las especies

Sin embargo, lo más curioso de este estudio vino cuando los científicos le presentaron estas imágenes a los chimpancés. Principalmente porque la mayoría siguieron la dirección de los ojos humanos, que mostraban una mayor cantidad de tejido esclerótico, en vez de seguir la mirada de sus semejantes.
Esto llevó a Fumihiro Kano a suponer que la esclerótica no solo facilita el movimiento de la pupila, sino que puede ayudar a distinguir mejor la dirección a la que mira la otra persona.
El motivo de esto es que la esclerótica, en comparación con la pupila o el iris, es la región más blanquecina y clara del ojo. Por lo cual genera un contraste tan evidente en la cara, que redirige la mirada hacia su dirección. Tal y como si fuera una flecha marcando el camino al que la otra persona, o en este caso especie, debería mirar.
Usar el contraste del ojo a nuestro favor

Con este estudio, Fuhimiro Kano ha logrado descifrar el por qué los humanos poseen el “lenguaje visual” más complejo del reino animal. Sin embargo, considera que los estos aún no saben utilizar correctamente su esclerótica.
Después de todo, para la mayoría este recubrimiento blanquecino en la córnea no es es más que una región “vacía” dentro del ojo. Incapaz de contribuir con nuestro procesamiento visual.
Este tipo de mentalidad ha obstaculizado durante muchos años el estudio de muchas enfermedades oculares que surgen en esta zona. Por lo que Fuhimiro Kano espera que este hallazgo al menos ayude a que la mayoría de los seres humanos piensen en la esclerótica de los ojos como una región fundamental. Ya sea para desarrollar un nuevo lenguaje visual o para mejorar el que ya tenemos.
Referencias:
Understanding the language of the eyes https://phys.org/news/2022-03-language-eyes.html
Experimental evidence that uniformly white sclera enhances the visibility of eye-gaze direction in humans and chimpanzees http://dx.doi.org/10.7554/eLife.74086