En el vasto mundo de la literatura, los autores suelen coincidir en hacer referencias a la frecuencia cardíaca (probablemente no de forma tan técnica) para denotar emociones intensas. Todo aquel que haya leído o escuchado un buen libro habrá experimentado algo similar al conectar con la historia, y curiosamente, sus latidos podrían haberse sincronizado con los de otros lectores.

Para muchos sonará cursi, pero incluso la ciencia está de acuerdo con ello. Y si bien las emociones generadas por el relato figuran como una explicación plausible, los hallazgos preliminares de un estudio publicado en Cell Reports apuntan a otra. Al parecer, es la concentración en la historia lo que hace sincronizar los latidos del corazón de las personas.

La frecuencia cardíaca humana fluctúa incluso en reposo

La frecuencia cardíaca humana puede fluctuar incluso en reposo, sin hacer nada más que escuchar a alguien hablar o ver un programa en la televisión. Esto ha llamado la atención de los científicos que creen que se debe a la necesidad de nuestro cuerpo de estar preparado para actuar en cualquier momento.

«Para eso, necesita saber lo que está sucediendo a su alrededor», explica el ingeniero biomédico Lucas Parra. «En otras palabras, necesita ser consciente de lo que está sucediendo. Incluso si es solo una historia».

Sincronización de los latidos, el efecto de escuchar una historia

Para comprobarlo, los investigadores llevaron a cabo un experimento que consistió en monitorear la frecuencia cardíaca de sujetos humanos mientras escuchaban una historia.

La obra escogida fue «20.000 leguas de viaje submarino», un clásico de Julio Verne, de la cual extrajeron un fragmento que hicieron escuchar a los participantes durante un minuto. A otros los expusieron a unos minutos de videos instructivos. Mientras tanto, el electrocardiograma mostraba la actividad de su corazón.

Latidos representados en un electrocardiograma con forma de corazón.

Los resultados fueron los esperados: al escuchar el fragmento de la historia los latidos del corazón de cada participante cambió y alcanzó un unísono que demuestra que se pueden sincronizar, independientemente de dónde se encontraran.

Incluir un grupo que no escuchara concretamente una obra literaria perseguía el objetivo de determinar si el incremento de la frecuencia cardíaca se debía a la emoción, como se había planteado en el pasado. Sin embargo, los resultados fueron contrarios a esta teoría pues hubo un efecto similar para ambas exposiciones.

La concentración podría sincronizar los latidos de los corazones

Los resultados del estudio apuntaron a otro factor más determinante: la concentración. Como parte de los experimentos, los investigadores interrumpieron a los participantes mientras escuchaban la obra o las instrucciones, exponiéndolos a otros sonidos o haciéndolos contar hacia atrás.

El resultado fue una reducción significativa de la sincronización de los latidos del corazón. Incluso fueron menos capaces de recordar la temática que escuchaban antes de desconcentrarse.

Adolescente concentrada leyendo un libro con un corazón verde a su lado.

Trabajos previos demostraron que la retención de la memoria está estrechamente relacionada con la percepción consciente. Es decir, somos mejores recordando cuando estamos concentrados en aquello que nos interesa.

Pero, según el nuevo estudio, esto no solo es responsabilidad del cerebro, sino también del músculo cardíaco. Todo indica que este late al ritmo del procesamiento consciente de una narración en nuestra mente.

Aunque los humanos son muy variados física y psicológicamente, la misma medicina nos ha demostrado que mostramos patrones fisiológicos similares con otros. Ahora está claro que nuestros corazones reaccionan de forma similar cuando escuchamos un relato, lo cual es en realidad fascinante. ¿En cuántas cosas estaremos sincronizados?

Referencia:

Conscious processing of narrative stimuli synchronizes heart rate between individuals. https://www.cell.com/cell-reports/fulltext/S2211-1247(21)01139-6

Romina Monteverde

Venezolana, ingeniera química, redactora y autodidacta.

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