Representación de bacterias de figura tubular flotando sobre un fondo azul marino.
Vía Getty Images.

No han sido pocas las hazañas que hemos escuchado sobre el hombre explorando el espacio. Esto sobre todo ahora que el interés por volver a surcar las estrellas vuelve a aparecer en las sociedades. Sin embargo, ningún humano ha logrado lo que esta pequeña bacteria consiguió al sobrevivir desprotegida en el espacio por todo un año.

La Deinococcus radiodurans, como se la conoce científicamente, fue ubicada por primera vez en una lata de carne. Desde entonces, su camino realmente la ha llevado lejos. Ahora, es parte de una investigación cuyos resultados se revelaron recientemente en la revista Microbiome.

El estudio estuvo a cargo de la Estación Espacial Internacional (EEI). Para poder llevarlo a cabo, se desarrolló una cabina especial que expondría a las bacterias (deshidratadas desde la salida de la Tierra) se colocarían, rehidratarían y dejarían a la merced del “clima” del espacio. Se ha pensado mucho en este como un terreno hostil y, sobre todo, estéril. Pero, por lo que parece, hay mucha más oportunidad para la vida de lo que creemos.

Deinococcus radiodurans, la bacteria que puede sobrevivir en el espacio

La D. radiodurans no fue seleccionada por casualidad por los investigadores. De hecho, esta bacteria ya ha demostrado tener altas capacidades de resistencia y un aguante poco común a condiciones desfavorables. Justo por este motivo, se convirtió en la alternativa perfecta para estudiar las capacidades de este tipo de patógenos para sobrevivir en el espacio.

Para esta oportunidad, los investigadores dejaron las muestras expuestas al espacio durante un año entero. En ese tiempo, la única protección de las D. radiodurans fue la presencia de un vidrio que bloqueaba la llegada de rayos UV por debajo de 190 nanómetros.

Los estudios en la Estación Espacial Internacional

Cabe destacar que, a pesar de que haber sobrevivido un año casi sin protección en el espacio es una hazaña impresionante, esta no es la más notoria de la bacteria. De hecho, la D. radiodurans ya se ha mostrado capaz de soportar hasta 3 años en el exterior de la EEI sin perder su fuerza vital.

Por este motivo, en esta ocasión la meta del estudio no fue medir específicamente la resistencia en el tiempo de este patógeno. En realidad, lo que llamó la atención de los investigadores esta vez fueron los procesos dentro de la D. radiodurans que hacen posible su supervivencia.

Pensando en esto, se hallaron variadas reacciones a nivel molecular que, aunque no acabaron con la vida de las bacterias, hicieron que se “diferenciara de sus contrapartes terrícolas”.

Volviendo a la Tierra

Una vez terminó el proceso de un año, las muestras de D. radiodurans se recolectaron, deshidrataron de nuevo y enviaron a la Tierra. Desde allí, se utilizaron herramientas como la microscopía electrónica y exámenes como el conteo de proteómicos, transcriptómicos y metabolómicos para conocer el estado general del organismo de los patógenos.

En general, se pudieron ubicar variadas, pero no demasiado notorias, diferencias en el sistema molecular de las bacterias capaces de sobrevivir en el espacio. Como un cambio común se vio una acumulación anormal de vesículas en sus tejidos, aunque no hubo un verdadero daño morfológico en ninguno de los ejemplares observados.

Igualmente, mientras elementos como las proteínas y ARNm abundaron, otros metabolitos primarios comenzaron a escasear. Los primeros se asocian con el sistema de defensa de las bacterias y los segundos con su regulación de energía. En otras palabras, se pudo notar un aumento en las defensas de las bacterias marcianas y, a su vez, un descenso de su actividad energética.

Mirando más allá

Para los investigadores, este descubrimiento se convierte en un hito importante porque comprueba la posibilidad de que la vida prolifere en el espacio. Con este nuevo conocimiento, es posible mirar con otros ojos el espacio y también nuestro sistema solar. Todo debido a que, nuevamente, allí donde solo parecía haber silencio, cambios bruscos de temperatura y nade de gravedad ni oxígeno, aún guardan un lugar para que la vida prospere. Un punto que, claramente, tendrá que ser estudiado con más detalle de aquí en adelante.

Referencia:

Molecular repertoire of Deinococcus radiodurans after 1 year of exposure outside the International Space Station within the Tanpopo mission: https://doi.org/10.1186/s40168-020-00927-5

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