La crisis del coronavirus ha traído a la luz muchos problemas en las sociedades del mundo. Sin embargo, uno que ha sido particularmente notorio es el fuerte impacto que nuestras acciones tienen en la salud del planeta.

Durante décadas hemos sabido esto, pero ahora podemos ver un ejemplo irrefutable de que, en realidad, tenemos la influencia suficiente como para hacer cambios significativos en el ritmo que está tomando el clima del mundo.

Lastimosamente, aunque gracias a este estado de parálisis temporal en el que han entrado las sociedades hemos podido ver cómo ciudades llenas de polución vuelven a tener aire puro y cómo espacios como los canales de Venecia vuelven a ser cristalinos, la verdad es que existen consecuencias de nuestras acciones que no se solucionan en un plazo tan corto.

Un ejemplo de ello es el daño que las emisiones de gases le han hecho a la capa de ozono, nuestro único escudo contra los peligrosos rayos ultravioleta del Sol. Ya todos conocemos del agujero que se encuentra en la Antártida. Pero, ahora, se ha descubierto que uno nuevo se ha abierto en el otro polo de nuestro planeta, el Ártico.

¿Por qué ha aparecido este nuevo agujero?

Es necesario comprender que este fenómeno se debe a la conjunción de múltiples factores. Para empezar, la emisión de gases con químicos contaminantes en el mundo aún es mucho más alta de lo que debería.

Por lo que, estos aún se concentran en grandes cantidades en los polos. Luego, clima viene jugar un papel importante ya que, solo al estar expuestos a temperaturas particularmente bajas, estos químicos reaccionan y se convierten en una sustancia capaz de “corroer” la capa de ozono.

Usualmente, la Antártida suele ser más fría, debido a su ubicación en el punto más alejado de los rayos solares en la Tierra, el polo Sur. Sin embargo, el cambio climático ha hecho que los roles se inviertan.

Por una parte, las olas de calor del 2019 han hecho que la Antártida sea más caliente que nunca, lo que ha causado que muchos de sus glaciares comiencen a derretirse. Sin embargo, también ha disminuido la reactividad de los químicos. Por lo que, en ese mismo año se presentaron buenas noticias como que el agujero antártico de la capa de ozono alcanzó su diámetro más reducido desde su aparición en los ochentas.

Pero, mientras que los climas en la Antártica se hicieron más cálidos, los del Ártico disminuyeron su temperatura, ya que el vórtice polar se quedó “estancado”. Por esto, territorios aledaños acostumbrados al frío tuvieron, en el 2019, inviernos casi inexistentes. Ya que, el aire frío se encapsuló en el Ártico y no hizo su tradicional paseo por los países norteños.

Como consecuencia, el Ártico, en el cual también se concentran los químicos dañinos, se convirtió en el espacio perfecto para la creación del compuesto dañino para la capa de ozono. Al final, esto ha producido un nuevo agujero en el otro polo de nuestro manto protector.

No es la primera vez, pero es la más grave

En el 2011 se registró un evento similar en el que un agujero se pudo avistar en la capa de ozono del Ártico. Sin embargo, en su momento el diámetro de este era significativamente menos al del de la Antártida.

Por este motivo, el revuelo no fue fuerte alrededor de este descubrimiento. Ahora, casi una década más tarde, el hoyo ha vuelto a aparecer, y de una escala mucho mayor. Por lo que parece, el mismo podría tener una magnitud mayor al que se encuentra en la Antártida y, si no hacemos cambios pronto, podría llegar a tener efectos devastadores en nuestro planeta.

¿Una posibilidad de redención?

En estos momentos, el mundo se encuentra en una posición muy particular. El cese de las actividades de múltiples empresas alrededor del mundo parece haber dado un respiro al planeta.

La clara muestra de esto es que las emisiones de CO2 de la Tierra, en el breve tiempo en el que hemos estado inactivos, han disminuido drásticamente. Sin embargo, es claro que esta tendencia no se puede mantener una vez la crisis del coronavirus acabe.

Por lo que, es necesario comenzar a desarrollar nuevas estrategias que busquen encaminarnos a nuevas formas de vida menos contaminantes. Para ello, una primera meta podría ser disminuir aún más las emisiones de clorofluorocarbonos e hidroclorofluorocarbonos (los químicos culpables del daño a la capa de ozono).

En caso de que esto no se pueda, veremos cómo poco a poco dos fenómenos como la ruptura de la capa de ozono y el cambio climático se alimentan mutuamente para hacerse cada vez más intensos.

Como bien lo sabemos, el primer agujero en la capa de ozono ha comenzado a cerrarse debido a una conjunción entre las acciones humanas y el cambio del clima. Así que, tal vez, si nos movemos con la suficiente rapidez y consistencia, podamos hacer que este nuevo problema comience a mermar antes de que se vuelva más grave.

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