¿Cuántas veces, en medio de una situación de desánimo, intentamos complacernos con nuestro dulce preferido para sentirnos mejor? Sin lugar a duda, la comida es uno de los placeres con efectos más inmediatos sobre nuestro estado de ánimo, y quizás de manera inconsciente, transmitimos estos hábitos a nuestros hijos.
Son muchos los padres que prohíben helados y galletas a sus niños cuando se portan mal, mientras que cuando obtienen buenas calificaciones en su boleta los premian con sus golosinas preferidas. Y aunque así parezca que los están motivando a repetir el buen comportamiento, puede que este hábito resulte más dañino de lo que muchos podrían pensar.
Stephanie Meyers, dietista y nutricionista especializada en nutrición familiar ha publicado un articulo en The Conversation explicando que el uso frecuente de alimentos como incentivo para los niños puede llevarlos a comer en exceso incluso cuando no tienen hambre. Además, aumenta las probabilidades de que empiecen a lidiar con sus emociones a través de lo que comen.
Varias investigaciones han corroborado que los niños consumen más calorías totales, carbohidratos y grasas diariamente cuando sus padres aplican este tipo de métodos de recompensas. Un ejemplo común es el de las mujeres que usan alimentos para calmar las emociones de sus hijos en edad preescolar, acostumbrándolos a comer dulces cuando se enojan.
Lo preocupante es que este método no solo es aplicado por los padres, sino también por los cuidadores, desde las niñeras hasta los abuelos. En vista de ello, la especialista ha emitido una serie de recomendaciones para reducir el uso de los alimentos como recompensa y promover mejores hábitos entre padres e hijos.
1. Evitar prometer recompensas por cumplir con los deberes
Si bien recompensar a alguien por una buena acción es un acto de gratitud muy valorado entre los adultos, a la hora de educar niños la historia es un poco diferente. Prometer a los niños que habrá postre después de la cena simplemente por cumplir con deberes como limpiar su propia habitación no es lo más prudente.
Pero habrá situaciones un poco más complejas, como cuando los niños tienen problemas para integrarse en grupos. Intentar hacerlos sentir mejor llevándolos a comer cosas ricas fuera de casa suena bien, pero también puede ser perjudicial si se hace una costumbre.
2. Separar la intención de las acciones
Eso de que el fin justifica los medios no aplica para todos los contextos. Separar nuestra intención de nuestras acciones puede ayudar a dejar ciertos malos hábitos accidentalmente inculcados a nuestros niños, como usar la comida para alabar o apaciguar emociones.
En principio puede que resulte difícil, pero la experta recomienda pensar con detalle cuál es el sentimiento que nos gustaría transmitir al niño. Por ejemplo, si este se cae y se raspa la rodilla, lo idea es agacharse para consolarlo y atender su herida.
Puede que aún después de esto el niño siga llorando, pero en este punto nuestra respuesta no debería ser “Levántate y vamos por un helado”. Este es justo el momento en que debemos preguntarnos qué sentimiento queremos que ellos perciban y seguramente coincidirá con comodidad y alivio, en lugar de un paladar complacido.
3. Ser consciente de sus sentimientos

Esto va de la mano con separar la intención de las acciones. Cuando nuestra intención es hacer sentir bien a alguien, puede que lleguen varias ideas a nuestra mente, pero unas serán más efectivas y sanas que otras. Entonces nuestra acción debe ser congruente con nuestro objetivo para no generar mayores problemas después, es decir, debe estar bien orientada a resolver la raíz del problema y no a soluciones momentáneas.
Para poder lograr esto es necesario ser consciente de los sentimientos de la otra persona, en este caso, de un hijo o niño a nuestro cargo, se trata de algo de empatía. Así cuando no lo inviten a una fiesta a la que le hubiese gustado ir, podríamos intentar aliviarlo expresándole cuánto lo queremos y cuán importante es en lugar de compensarlo con su postre preferido. Esto les ayudará a entender que hay otras formas de sentirse mejor luego de una situación difícil además de comer.
4. Hazlo sentir mejor con algo diferente a los alimentos
Como ya explicamos, hay muchas maneras de consolar a un niño sin que ello implique cargarlos de azúcar o frituras. Los abrazos, los baños de burbujas y las películas también pueden ser muy reconfortantes y menos perjudiciales.

Así también ver un video familiar juntos en los que ellos aparezcan puede hacerlos sentir importantes e integrados en un grupo, e incluso poner su música preferido y compartir un buen rato con ellos mostrando interés en lo mismo.
Si no se trata de tristeza, sino de negación a cumplir con deberes como hacer la tarea, en lugar de manipularlos o amenazarlos con no darles el postre después de la comida, podría funcionar alabar su esfuerzo. “Wow, qué niño tan estudioso, ¿quieres que te ayude con tu tarea?”.
Bien sabemos que la tarea puede ser bastante ardua en algunos casos. Para estos en particular, conviene conversar un rato con los niños y así conocer algunas alternativas agradables desde su perspectiva que podrían utilizarse en otras situaciones.
Ahora bien, esto no quiere decir que nunca debamos complacer a nuestros niños con su comida preferida o con algún alimento diferente. Se trata de una parte integral de las culturas en todas partes del mundo, y ciertamente debe ser disfrutada. Lo importante es evitar hacer de estas recompensas un hábito.
Referencia:
Stop using food to reward and punish your kids. https://theconversation.com/stop-using-food-to-reward-and-punish-your-kids-132154