La cuestión de si los dispositivos dotados con Inteligencia Artificial (IA) pueden tener sus propias emociones está abierta a debate. Los investigadores de IA y neurocientíficos están de acuerdo en que las formas actuales no pueden tener sus propias emociones.

No tienen cuerpo, ni hormonas, ni recuerdos de su interacción con el mundo y no han pasado por el proceso de aprender la vida. No tienen una memoria emocional equivalente a la del hombre, cuya construcción comenzó en la infancia y continúa con el aprendizaje de la vida en la adolescencia y la edad adulta.

Interpretar no es experimentar

La Inteligencia General Artificial (AGI, por sus siglas en inglés), el concepto más reciente de Inteligencia Artificial, se describe como un sistema capaz de realizar muchas actividades diferentes, como los humanos. Sin embargo, todavía no hay un sistema AGI operativo, y llevará muchos años alcanzar este nivel de IA.

Sofía es un robot humanoide capaz de mostrar más de 50 expresiones faciales, pero incapaz de sentir emoción alguna.

Las nuevas empresas que trabajan en AGI tienen como objetivo crear sistemas capaces de resolver problemas muy complejos, al tiempo que mantienen un razonamiento racional, pero en última instancia, la razón no es emoción.

Por otro lado, se han logrado grandes avances en el campo de la Inteligencia Artificial para diseñar máquinas que puedan interpretar mecánicamente nuestras emociones sin tener las suyas propias, o interactuar con los humanos simulando la empatía.

Esto sigue siendo un desequilibrio en términos de comunicación. La detección de la emoción humana es un campo bastante maduro que se basa en sensores de video, micrófonos y biometría, pero interpretar emociones es muy diferente a experimentarlas.

Para desarrollar un sistema de Inteligencia Artificial con esta capacidad, es necesario tratar de comprender cómo funcionan las emociones y el cerebro humano.

Dificultades que superar

En primer lugar, es importante comprender qué causa las emociones y el razonamiento. Básicamente, una reacción emocional puede ser causada por un estímulo externo que es captado por nuestros sentidos, por un estímulo interno, que podría ser una alteración en la homeostasis (autorregulación del cuerpo), o podría ser debido a nuestra propia cognición.

Los modelos computacionales no son el cerebro humano, no pueden replicarlo y están lejos de hacerlo.

El procesamiento del estímulo produce cambios a un nivel no consciente en el estado somático, produciendo lo que se conoce como emoción. Si es suficientemente intensa, se llevan a cabo evaluaciones cognitivas, sociales, contextuales y relacionadas con el entorno, generando lo que llamamos emociones experimentadas.

Una de las formas de estudiar las emociones humanas es analizar los cambios no conscientes e incontrolables que ocurren en el cuerpo humano. Gracias a los últimos avances en neuroimagen y neurotecnología, podemos medir estos cambios con precisión y luego estudiarlos.

Pero aún con los avances en este sentido, quedan dificultades por superar, como el problema de la inferencia inversa (no hay patrones somáticos específicos asociados con cada emoción), las variaciones interindividuales (no hay dos cerebros iguales) y las variaciones entre sujetos (el cerebro de una persona cambia y evoluciona a lo largo del tiempo).

Todo esto nos aleja de crear un algoritmo que sea capaz de copiar cómo se producen las emociones humanas y nos recuerda fehacientemente que los modelos computacionales no son el cerebro humano, no pueden replicar su complejo funcionamiento y que simplemente están lejos de hacerlo.

Referencias:

The emotional robot. Cognitive computing and the quest for artificial intelligence. Embo Reports, 2007. https://dx.doi.org/10.1038/Fsj.embor.7401106

Can Computers Become Conscious and Overcome Humans? Frontirers in Robotics and AI, 2018. https://doi.org/10.3389/frobt.2018.00121

Bióloga. Apasionada por la escritura. Asesora y orientadora de medios digitales. Escribo sobre mi pasión: las ciencias.

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