Correr proporciona un entrenamiento eficaz para todo el organismo, quema calorías, tonifica el cuerpo, proporciona un lugar ideal para socializar y mejora el bienestar emocional, eso no está en discusión.
Sin embargo, en lo que respecta a correr largas distancias, la comunidad médica aún tiene indecisiones en cuanto los beneficios que proporciona esta exigente actividad física.
¿Perjudicial o beneficioso?
En el año 1977 se publicó un informe que daba a entender que combinar una dieta saludable con correr maratones ofrecería inmunidad contra la aterosclerosis, o la acumulación de placas en las arterias, que es el sello distintivo de la enfermedad cardíaca.

En ese momento muchas personas veían en el ejercicio de resistencia una panacea para los problemas del corazón. Sin embargo, se ha encontrado evidencia de que los corazones de los atletas de resistencia pueden contener más placas u otros signos de problemas cardíacos que los corazones de hombres menos activos de la misma edad.
No obstante, otras investigaciones sugieren que si un corredor padece de alguna complicación cardíaca, su versión de la enfermedad puede ser diferente y más benigna, y en última instancia, estará mejor preparado para afrontarla.
Un estudio que realizó un seguimiento de más de 52.000 personas durante 30 años, encontró que los corredores tenían un riesgo de muerte 19 por ciento menor que los no corredores. Sin embargo, los beneficios para la salud del ejercicio parecían disminuir entre las personas que corrían más de seis días a la semana, más de 30 kilómetros por semana o más rápido que 12 kilómetros por hora.
El punto ideal parece ser de 8 a 30 kilómetros por semana a un ritmo de 9 kilómetros por hora, repartidas en tres o cuatro sesiones por semana. Los corredores que siguieron estas pautas obtuvieron los mayores beneficios para la salud: su riesgo de muerte se redujo en un 25 por ciento.
Una cuestión de equilibrio
Más allá de la irritación y los músculos adoloridos, el ejercicio excesivo puede causar un desgaste aún más grave en el cuerpo. Durante un entrenamiento extenuante, el cuerpo trabaja arduamente para quemar azúcar y grasa como combustible.

Este proceso crea radicales libres que pueden unirse al colesterol y fomentar la acumulación de placa en las arterias y dañar las células en un proceso conocido como estrés oxidativo.
Como explica el cardiólogo James O’Keefe, director del Departamento de Cardiología Preventiva del Instituto Cardiaco Saint Luke’s y coautor del estudio:
“El cuerpo está diseñado para lidiar con el estrés oxidativo que proviene del ejercicio durante la primera hora. Pero el ejercicio intenso prolongado provoca un estrés oxidativo excesivo que básicamente quema los antioxidantes del sistema y predispone a los problemas”.
Sin embargo, O’Keefe insiste en que esto no es una excusa para que las personas se arropen con el manto del sedentarismo. El ejercicio puede ser el componente más importante de un estilo de vida saludable, pero como con cualquier medicamento, se debe obtener la dosis correcta.
No hay que olvidar que debe haber moderación en todos los aspectos de la vida, y aunque correr se considera un hábito universalmente bueno, no es ajeno a esa necesidad de equilibrio.