Las creencias y la mezcla de culturas y etnias hacen que la definición de un cuerpo emblemático sea un asunto complejo.
Si te encuentras en Nepal, es más probable que seas considerado un mejor amigo si en tu figura corporal abundan las curvas. Los hombres con una barriga son considerados más tiernos, cariñosos e incluso, más divertidos.
En Jamaica, el sobrepeso está asociado con riqueza, salud, amabilidad y vitalidad. Las grandes nalgas, muslos y pechos reflejan, no sólo una silueta ideal, sino además, una imagen poderosa.
Un cambio de visión
Bajo esta visión, resulta interesante en muchas sociedades hayan cambiado sus valores, y en la actualidad impere un criterio negativo hacia la gordura.

La belleza de un cuerpo grande ha dado paso a una forma más occidental de considerar la obesidad como un símbolo de fracaso personal, cuando en realidad, en nuestra larga historia de escasez y hambre, es la idea de ser delgado la que tradicionalmente se consideró anómala.
En el año 1908 el arqueólogo húngaro austríaco Josef Szombathy, encontró en las orillas del Danubio la llamada Venus de Willendorf, una pequeña escultura de once centímetros de altura con una antigüedad de entre 25 y 27 mil años, una de las figuras más famosas que ilustra la obesidad en el registro arqueológico.
El significado de esta pequeña estatuilla es un misterio; pero los arqueólogos y antropólogos especulan que pudo haber sido una figura adorada en rituales de fertilidad, o que fue utilizada como un dispositivo de enseñanza.
Sea cual sea su propósito, esta Venus y otros descubrimientos realizados desde los Pirineos hasta Siberia, sugieren que en el pasado, un cuerpo gordo podría haber sido un potente símbolo de abundancia y vitalidad, y por una buena razón.
Más que conveniente, esencial
Si bien el simbolismo de la grasa ha cambiado hoy, las sociedades antiguas pueden haber comprendido que la máquina humana necesita grasa para funcionar bien.

Los humanos nos distinguimos por ser gordos. Un 15 por ciento de nuestro peso corporal es grasa, y al momento de nacer, esa cifra es de 25 por ciento. Sólo los bebés de cerdos y focas pueden desafiar la gordura de los bebés humanos.
Es racional pensar que tenemos esta grasa para mantenernos calientes, pero no es así.
El enorme cerebro humano absorbe hasta el 60 por ciento del presupuesto de energía de los bebés y en tiempos de rápido desarrollo, un bebé no puede permitirse el lujo de reducir su crecimiento cerebral. De este modo, la grasa actúa como una batería de respaldo para el cerebro y el cuerpo humano.
Así que desde una perspectiva evolutiva, la grasa no es sólo conveniente, sino que es esencial para el ser humano.
Referencia: A History of Obesity, or How What Was Good Became Ugly and Then Bad. Advances in Chronic Kidney Disease, 2006. https://doi.org/10.1053/j.ackd.2006.07.002