En promedio, una persona puede parpadear hasta 15 veces por minuto, sin darse cuenta. Así, a pesar de esas constantes interrupciones, nuestra visión parece ser fluida.

Al respecto, los expertos alegan que nuestro cerebro se encarga de llenar estos vacíos para que no notemos las interrupciones visuales asociadas al parpadeo.

De esta manera, se supone que el cerebro guarda una imagen que permite unir el momento antes del parpadeo y luego de este, mientras la visión está en pausa, de forma que este proceso sea fluido.

En torno a esto, se ha planteado que la principal área cerebral encargada de esto es el lóbulo occipital, típicamente encargado de la visión.

Sin embargo, todo parece indicar que el proceso involucra otras áreas cerebrales.

Al parpadear nuestro cerebro se encarga de conectar la información

De acuerdo a la explicación anterior, la actividad cerebral asociada a la visión durante el parpadeo está limitada a las estructuras sensoriales que se ubican en la parte posterior del cerebro.

No obstante, investigaciones más recientes han demostrado que hay otras estructuras cerebrales que se encargan de que no nos demos cuenta de que estamos parpadeando.

Para investigar esto, Caspar Schwiedrzik, un Neurocientífico alemán, diseñó un experimento que permitió ampliar la comprensión del fenómeno.

Para ello, midieron la actividad cerebral de 6 participantes, diagnosticados previamente con epilepsia, por lo que tenían implantes eléctricos como tratamiento para la dolencia, mientras realizaban una tarea experimental.

Esta tarea consistía en exponer a los participantes una serie de imágenes cuya orientación podía ser interpretada de forma horizontal o vertical.

De esta manera, los participantes observaban las imágenes en pares y de forma continua, sobre lo que debían reportar la orientación percibida de las imágenes.

Al hacer esto, los investigadores observaron que la corteza prefrontal de los participantes mostraba un patrón inusual de activación, especialmente en las áreas encargadas de la memoria perceptual.

En este sentido, se descubrió que cuando la orientación percibida en la segunda imagen coincidía con la de la primera imagen, las estructuras cerebrales asociadas a la memoria perceptual, en la corteza prefrontal, se activaban.

En vista de esto, los investigadores sugieren que la percepción de la primera imagen influye sobre la percepción de la segunda, gracias a la memoria perceptual en la corteza prefrontal.

Adicionalmente, se observó que las personas a las que se les ha extirpado quirúrgicamente esta estructura cerebral, eran incapaces de formar recuerdos perceptivos durante el experimento.

Estos resultados apoyan la hipótesis de que la corteza prefrontal es importante para el funcionamiento de la memoria perceptiva.

La corteza prefrontal se encarga de la memoria perceptual

Cuando las personas parpadean, el cerebro debe retener la imagen que se está observando antes del parpadeo, para luego conectar esta información con lo que se ve después de parpadear.

De otra forma, en lugar de tener una visión fluida, este proceso estaría sujeto a continuas interrupciones.

Contrario a lo que se pensaba, en este proceso están involucradas otras áreas cerebrales, además del lóbulo occipital.

En este sentido, los investigadores demostraron que la corteza prefrontal, una estructura cerebral asociada a la toma de decisiones y a la memoria a corto plazo, también tiene la función de conectar la imagen previa al parpadeo y posterior a ella, para evitar interrupciones perceptivas.

En otras palabras, se tienen evidencias de que la corteza prefrontal cumple un rol importante en la memoria perceptual.

Por tanto, dados los resultados del estudio, los investigadores concluyen que no nos damos cuenta de las interrupciones visuales asociadas al parpadeo porque la corteza prefrontal conecta las imágenes previas y posteriores al parpadeo.

De esta manera, tenemos la capacidad de percibir la información visual de forma estable, a pesar de que parpadeamos constantemente.

Referencia: Medial prefrontal cortex supports perceptual memory, (2018). https://doi.org/10.1016/j.cub.2018.07.066

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