Hay una parte de nuestro cuerpo que todos tenemos pero que, muy pocas veces, reparamos en ellos: son los dedos nuestros pies; en este sentido, pocos reconocen su función y su importancia; de hecho, contrario a lo que muchas personas puedan creer, estos dedos no tienen un nombre particular.

Al respecto, un grupo de investigadores ha descubierto cómo han cambiado los dedos de nuestros pies para permitirnos caminar de forma erguida, capacidad única de la especie humana.

¿En qué momento empezamos a caminar de forma erguida?

Las razones por las cuales el ser humano adoptó la marcha erguida, aún no han sido develadas con total certeza por los científicos.

Al respecto, se cree que los cambios climáticos que experimentaron nuestros ancestros en África hace uno 7 millones de años, fueron el principal motor de cambio de nuestra característica forma de andar.

Específicamente, estos cambios climáticos se tradujeron en una significativa reducción de la cantidad de árboles, sustituyéndose los bosques por grandes sabanas, lo que favoreció la adquisición de la marcha bípeda.

Esto, además de facilitar el desplazamiento, le permitió a nuestros antepasados tener total libertad de dedicar sus manos en otras funciones, tal como elaborar innovadoras herramientas.

De hecho, se considera que este es un hito importante en la historia de la especie humana, pues el cambio en la forma de desplazamiento implicó grandes cambios en cuanto a la organización social y los patrones culturales.

De esta manera, nuestros pies han evolucionado de forma particular, a fin de hacer posible que caminemos de forma bípeda, a diferencia del resto de los primates. Veamos cuales son las principales diferencias.

Los dedos de nuestros pies han evolucionado para favorecer la marcha bípeda

El pie de los primates ha evolucionado de forma tal que su estructura ósea, en conjunto con sus articulaciones y sus tejidos blandos ejerzan la función de agarrar eficientemente los objetos que estén a su disposición.

No obstante, los seres humanos hemos perdido, casi por completo, esta función. De acuerdo a un equipo de investigadores, liderados por Peter Fernandez, de la Universidad Stony Book, en los Estados Unidos, en conjunto como Sergio Almécija, del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont, a lo largo de la evolución, nuestros pies han cambiado anatómicamente para facilitar la marcha bípeda, diferenciándose ampliamente de las extremidades inferiores del resto de los primates.

En este sentido, con el objetivo de comprender las diferencias entre las especies, los investigadores analizaron y compararon la estructura anatómica de las articulaciones que unen el metatarso y las falanges de los dedos del pie de una amplia variedad de especies, dentro de las que se incluyen homínidos fósiles, primates antropomorfos como el gorila, humanos y varias especies de mono.

De esta manera, encontraron que el Ardipithecus Ramidus, el homínido bípedo más antiguo que ha sido estudiado hasta el momento, ya poseía ciertas adaptaciones anatómicas en los dedos de sus pies para facilitar esta forma de andar.

Específicamente, se observó que las articulaciones que unen el metatarso y las falanges de los dedos de sus pies se orientaban de forma dorsal, es decir hacia arriba, facilitando la extensión de las articulaciones para propulsar el resto del cuerpo al caminar de forma bípeda.

Por su parte, estas mismas articulaciones, en otros primates, se orientan de forma distal, es decir, hacia abajo, lo que facilita la flexión, permitiéndoles agarrar objetos fácilmente o sujetarse de superficies como las ramas de los árboles sin mayor dificultad.

Finalmente, los científicos infieren que estas modificaciones anatómicas aparecieron hace unos 4 millones de años aproximadamente, manteniéndose hasta la actualidad, siendo el dedo gordo del pie el que evolucionó de forma más tardía.

Por tanto, se sugiere que hasta hace unos 2,2 millones de años, nuestros antepasados conservaban esta capacidad de agarre con el dedo gordo del pie; sin embargo, los seres humanos modernos, con la aparición del género Homo, perdimos esta habilidad.

Referencia: Evolution and function of the hominin forefoot, (2018). https://doi.org/10.1073/pnas.1800818115

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