Nuestra cama suele ser un lugar seguro en el que nos refugiamos de lo que sucede en el exterior; de hecho, pasamos más de un tercio de nuestras vidas en la cama, pero ese lugar puede convertirse en un caldo de cultivo de bacterias y hongos, sobretodo si no cambiamos las sábanas regularmente.
De acuerdo a Philip Tierno, de la Universidad de Nueva York, si dejamos las mismas sábanas por mucho tiempo, los microorganismos que se alojan entre sus arrugas y pliegues pueden enfermarnos.
Así, a pesar de que solemos creer que la mayor parte de las enfermedades que podemos adquirir provienen del exterior, resulta que no es así.
Los seres humanos producen un aproximado de 26 galones de sudor que se depositan en la cama cada año; entonces, cuando hace suficiente calor y los niveles de humedad son altos, estas condiciones convierten nuestra cama en un medio de cultivo fúngico ideal.
De acuerdo a una investigación reciente, encabezada por Tierno, cuyo objetivo era evaluar los niveles de contaminación por hongos en las sábanas de cama, se descubrió que las almohadas, bien sean de plumas reales o sintéticas, pueden contener entre cuatro y 17 especies distintas de hongos.
Para ello, se evaluaron 10 almohadas con un tiempo de uso regular de entre 1,5 y 20 años, de las cuales se tomaron muestras de nueve secciones de cada una de ellas.
Posteriormente, estas muestras fueron cultivadas a temperatura ambiente, entre unos 30 y 37º C por 7 días, para luego identificar los hongos presentes a partir de métodos morfológicos estándar.
Al hacerlo, se encontró que las tres especies de hongos más comunes que podemos encontrar en nuestras sábanas son Aspergillus fumigatus, Aureobasidium Pullulans y Rhodotorula Mucilaginosa, además de otras 47 especies de microorganismos.
Específicamente, la cantidad de especies aisladas por almohada varió de 4 a 16, siendo las almohadas sintéticas las que presentaron una mayor proporción.
Asimismo, de acuerdo a los investigadores, no solo dormimos con nuestra propia vida microbiana, puesto que, además de los hongos y bacterias que provienen de nuestro sudor, fluidos corporales y células de la piel, podemos encontrar elementos externos, tales como polen, polvo, pelusa, restos de ácaros, caspa de animales, entre otros.
Al respecto, Tierno plantea que este caldo de cultivo se vuelve significativo en tan solo una semana, lo que puede desencadenar episodios de alergia.
En este sentido, una o dos semanas de acumulación de suciedad son suficientes para que cualquier persona empiece a experimentar irritación en la garganta, estornudos y escozor, especialmente aquellos que sufren de alergias importantes o asma.
Por tanto, los investigadores concluyen que tras detectar tales niveles de contaminación por hongos en las sábanas que comúnmente utilizamos y, teniendo el tiempo que pasamos en la cama, además de la proximidad de las almohadas a las vías respiratorias, es necesario cambiar las sábanas al menos cada dos semanas, ya que de lo contrario, somos vulnerables a contraer alguna enfermedad, especialmente si se sufre de asma o sinusitis.
Referencia: Fungal contamination of bedding. http://dx.doi.org/10.1111/j.1398-9995.2005.00941.x