Antes de entrar de lleno en el contenido principal de este artículo, conviene aclarar que el entorno específico bajo el cual se minan las criptomonedas conforma un sistema impenetrable. Recordemos que la criptografía es un arte que engloba un conjunto de técnicas para crear un escrito enigmático de tal forma que solo una persona que conozca el lenguaje en cuestión pueda descifrar el mensaje.

Es así como surge la tecnología blockchain (cadena de bloques), en la cual se registran todas las transacciones que los mineros validan de acuerdo a un orden cronológico. Una vez que un bloque se añade a la cadena principal, se genera un Hash, que es un número de identificación que resume toda la información de las transacciones contenidas en el mismo. Este bloque se asocia con el anterior y con el siguiente que se añada a través del Hash. De modo que, si alguien intenta alterar la información contenida en los bloques, automáticamente se modificará el Hash, creando una discontinuidad en la cadena que la invalidará.

Las criptomonedas son digitales, no son emitidas por ninguna entidad bancaria ni Estado, y no requieren de terceros que aprueben y vigilen las transacciones. Estos tres factores representan un valor agregado en lo que al tema de la seguridad se refiere. Son los mismos integrantes de la red quienes validan las transacciones de una billetera a otra, y todos poseen su propia copia de seguridad de la cadena de bloques principal. De esta forma, resulta imposible que alguien intente, por ejemplo, modificar el monto o la dirección de las transacciones aprobadas.

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Programador e ingeniero en electrónica. Salí del Tecnológico de Monterrey, y ahora resido en la red.

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