De acuerdo a un estudio llevado a cabo en la Universidad Queen Mary, de Londres, las personas con más recursos económicos tienen una menor probabilidad de compartir su dinero y ser generosos que aquellas personas con ingresos menores.
A fin de determinar esto, los expertos llevaron a cabo un experimento social en el que se reclutó a un grupo de participantes para que jugasen juegos con dinero real.
En este sentido, a las personas se les agrupó en función de un estado inferior o superior de riqueza, sobre la base de la cantidad dinero que se les daba al iniciar el experimento.
Este estado superior o inferior de riqueza fue asignado en función de dos criterios: a unos se les asignó por casualidad y a otros se les asignó sobre la base de su esfuerzo.
En la misma línea, la tarea experimental implicaba que los participantes debían decidir cuánto dinero conservarían y cuanto donarían.
Al hacer esto, se encontró, en líneas generales, que las personas con un menor estado de riqueza contribuyeron más, en forma de donativos, que aquellos que tenían un estado más acaudalado.
Adicionalmente, los investigadores observaron que aquellos de mayor estatus disminuían sus contribuciones cuando esta riqueza era asignada por casualidad. Sobre esto, Magda Osman, profesora de la Escuela de Ciencias Biológicas y Químicas de la Universidad, y autora de la investigación, plantea:
“Para aquellos con el más alto estatus, la forma en la que se logró la riqueza, ya sea por casualidad o esfuerzo, parece ser un factor determinante importante en la capacidad de cooperación que pueden demostrar, a diferencia de las personas con menos recursos económicos, pues este estado no influyó sobre su comportamiento durante el juego”.
En torno a esto, parece ser que cuando las personas obtienen riquezas a partir de sus esfuerzos, es más probable que deseen mantener ese estado económico; mientras tanto, cuando los recursos económicos son limitados, hay más motivaciones a la hora de cooperar.
Al respecto, los autores infieren que, en lo que respecta al comportamiento cooperativo, hay pocas razones para pensar que sea motivado por razones altruistas, sino que las personas esperan que, al contribuir, otras personas también lo harán, lo que se traduce en beneficios individuales; esto a pesar de que, a ciencia cierta, se corre un mayor riesgo, puesto que no existen garantías de que otros se comporten de forma recíproca.
De esta manera, los investigadores concluyen que es posible afirmar que la empatía, a pesar de que se considera como el pegamento que obliga a las personas a actuar por el bien de su comunidad, tiene poca influencia sobre el comportamiento cooperativo.
En otras palabras, cuando se habla de dinero, la empatía parece no tener ninguna influencia para promover comportamientos beneficiosos para el resto de la sociedad.
Referencia: Can Empathy Promote Cooperation When Status and Money Matter?, (2017). https://doi.org/10.1080/01973533.2018.1463225