Existe algo, hasta ahora desconocido, que provoca que los perros y los humanos sean tan buenos amigos. Aunque la ciencia ha avanzado considerablemente en la comprensión de la base genética de los rasgos morfológicos, por ejemplo, el tamaño corporal y el color del pelaje, la base genética de su divergencia de comportamiento es poco conocida. Pero un reciente estudio muestra que genéticamente los perros son especialmente abiertos a la domesticación y a mostrar un comportamiento amistoso.
Además del hecho de que les ofrecemos alimento, resguardo y afecto, no existe ninguna razón científica convincente que explique por qué los perros y los humanos se llevan tan bien. Sin embargo, los autores de este estudio informan haber evidenciado mutaciones genéticas que inducen a que los perros presenten un estado de desarrollo social y cognitivo infantil, el cual les provoca la necesidad de buscar contacto y atención.
La Dra. Bridgett vonHoldt, biólogo evolutivo, académica de la Universidad de Princeton y autora principal del estudio, señaló: “Este trabajo nos proporciona un posible mecanismo molecular que influye en el comportamiento social de los perros. Además, encontramos mutaciones genéticas frecuentes en muchas poblaciones y razas, que definitivamente juegan un papel importante en el comportamiento de los perros.”
Los científicos realizaron una secuenciación genética en el cromosoma número 6 de los perros. Al indagar más profundamente, encontraron que hay varias secciones en el ADN que se asocian con su comportamiento social. Se pudo observar inserciones genéticas en una sección llamada: región crítica del síndrome de Williams-Beuren (WBSCR).
Los investigadores evidenciaron que cuando esta mutación genética estaba presente, los perros mostraban un comportamiento más amistoso y les hacía querer el contacto físico y la asistencia de los humanos.
En los seres humanos, cuando ese gen se elimina, puede conducir al síndrome de Williams-Beuren, una condición en que la persona es notablemente hipersocial y excesivamente comunicativa y extrovertida, no muy diferente de los rasgos que muestran nuestros amigos caninos.
Según los autores del estudio, existe una similitud en el comportamiento amistoso entre los perros y el comportamiento que muestran las personas que tienen síndrome de Williams-Beuren. Esto fue lo que llevó a los investigadores a comprobar los rasgos genómicos y patrones que podrían conectar los dos comportamientos.
Según VonHoldt no hay «genes especiales» que hagan que un perro sea amigable, pero definitivamente existe una importante composición genética que los hace ser quienes son.
Hasta la fecha se creía que los perros se domesticaron a través de la evolución. Esta creencia puede ser refutada por los resultados de este estudio y se podría afirmar que los lobos, antecesores de los perros, que tenían esta estructura genética en particular, probablemente eran más amigables con los seres humanos, conllevando a su posterior domesticación. Según esta teoría, con el pasar del tiempo, esa genética amistosa se siguió transmitiendo de generación en generación, haciendo que los perros se volvieron cada vez más dependientes y cercanos a los humanos.