Las personas que superan con largueza los cuarenta años recordarán una película de 1987, llamada Cherry 2000, que narra las peripecias de un sujeto que es dueño de una robot que le sirve de pareja sentimental y erótica. Justamente, cuarenta años después, se plantea un debate ético sobre el uso de androides que funcionen como compañeros sexuales, debido que los avances en robótica e inteligencia artificial ponen a la humanidad más cerca de construir sustitutos cibernéticos de las parejas íntimas.
Expertos como el profesor Noel Sharkey de la Universidad de Sheffield, en el Reino Unido, plantea que hace falta elaborar una legislación que, junto con el público, examine el tema para decidir “qué es aceptable y permisible”. Sharkey también es uno de los creadores de la Fundación para la Robótica Responsable (FRR).
Los expertos consideran que está en ciernes una “revolución sexual robótica”, dado el incremento de las compañías que se dedican a la fabricación de robots-pareja. Un abreboca de estos sucedáneos se puede ver en la fabricación de muñecas sexuales de apariencia muy realista.
Uno de los aspectos éticos que se hallan en el tapete es la clara posibilidad de fabricar robots para fines sexuales, con apariencia infantil. Se plantean opiniones encontradas de quienes piensan que estos sucedáneos pueden ayudar a prevenir el abuso a los niños de carne y hueso, y los que consideran que esto más bien puede empeorar el problema, ya que complacer al pederasta con un sustituto no reducirá su deseo.
Ya algunas compañías están incorporando características de Inteligencia Artificial a sus robots, y estos se venden a precios que oscilan entre 5000 y 15000 dólares. Un reporte en el que participó Sharkey da cuenta de que un 67 por ciento de hombres y un 30 por ciento de mujeres ven con buenos ojos estos artilugios. Pero Sharkey opina que es una situación triste, al ser una relación “en una sola dirección”. Considera preocupante que las personas se enamoren de artefactos que no les pueden corresponder, y en el mejor de los casos simularán que lo hacen.