Aproximadamente desde que se empezaron a utilizar las redes 3G en la transmisión de datos para telefonía, los usuarios se han mantenido a la expectativa para disponer de acceso a redes con “mayores G”, con la convicción de que tendrán, por fin, las comunicaciones móviles ultrarrápidas con las que han soñado siempre, sobre todo con el inminente advenimiento de las redes 5G. Pero ¿es eso así? ¿De qué viene el asunto de las “G”?
Lo primero es entender que la “G” que viene luego del número se refiere en realidad al término generación; de modo que 3G es tercera generación, 4G es cuarta, y así sucesivamente.
La gran expectativa de los usuarios se ha formado alrededor de la tecnología 5G. Ya que la tecnología muestra mejoras con el paso del tiempo, es frecuente que el público resuma las mejoras de 5G únicamente a la velocidad de conexión. Algo de razón llevan, ya que 5G promete velocidades de conexión por el orden de 10 Gbps, nada despreciables por cierto. Pero la velocidad no es lo único.
Uno de las mejoras que ofrece el radica es reducir el tiempo que tarda el sistema en responder al recibir una petición. A esto se le llama latencia. Un sistema con baja latencia, responde más rápido y mejor que uno con mayor latencia, aunque ambos tengan la misma velocidad en los datos. Esto puede ser crucial para aplicaciones de manejo remoto de maquinarias, donde los sistemas deben responder rápidamente. Claro que los avances donde más se van a notar las mejoras tendrán lugar en el campo de aplicaciones más mundanas, como los juegos.
5G promete entonces hacer del uso de las redes de datos una experiencia más fluida. Aunque hasta el momento no hay nada parecido a un producto comercial que use tal tecnología, en gran parte por los cambios que requerirá la infraestructura de las redes. Probablemente para finales de esta década haya anuncios más concretos.